Tras protagonizar una de las mejores rivalidades de 2020, el gran trabajo de Sonya Deville ha sido desprestigiado por WWE.
Hace unos días, WWE anunció el retorno de sus famosos Slammy Awards tras cinco años de hiato. Dichos premios, que se han entregado de manera discontinua desde los años 80, han permitido premiar al roster de WWE (con ayuda de los fans o por decisión interna de la empresa) basándose en el talento, la capacidad de mejora, los momentos y combates ofrecidos y mucho más. La edición 2020 de los Slammy Awards será cuanto menos extraña: en un año tan único y desconcertante, las distintas categorías de los premios contienen nominaciones de lo más variopintas.
Sin embargo, parece ser que WWE ha optado por presentar nominaciones de paupérrima calidad pero con alta capacidad de volverse virales, en detrimento de premiar a superestrellas, rivalidades y momentos que han significado un salto de calidad enorme en el (por lo general pobre) producto que presentan Raw y SmackDown semana tras semana. Demostraré lo que pretendo decir con un simple ejemplo: WWE ha considerado como rivalidades del año dos ‘memes’ de poca monta como son las continuas persecuciones al campeón 24/7 y las infinitas veces que Lana atravesó la mesa de comentaristas. Uno puede pensar que se trata de nominaciones inofensivas, que no son más que un intento de WWE por sacar una sonrisa a quienes voten. Pero esa inofensividad se torna en un sinsentido casi ofensivo cuando observamos que:
La rivalidad entre Sonya Deville y Mandy Rose ha quedado fuera de las nominaciones
Así es. Habéis leído bien. WWE considera que Lana y su «feudo» (si se le puede considerar como tal) con una mesa de comentaristas superan con creces a una de las mejores rivalidades que se ha sabido construir en los últimos años. Sonya Deville y Mandy Rose pasaron más de medio año caldeando una rivalidad llena de odio visceral, argumentos e intereses, y el reconocimiento se lo ha llevado un ‘meme’ de mal gusto creado para rellenar minutos de programación en épocas de nula productividad.
La rivalidad entre las componentes de Fire & Desire representaba el aparente interés de WWE por impulsar la Women’s Evolution y trabajar en su división femenina hasta llevarla al nivel de Becky Lynch. Representaba el intento (ahora fallido) de distanciarse de las rivalidades basadas en desfasados guiones sobre chicas de instituto, que a día de hoy siguen fuertemente presentes en las storylines de WWE (con Lana como protagonista).
A pesar de los problemas externos que forzaron el cierre de la historia, el feudo entre Sonya Deville y Mandy Rose rozó la perfección y causó un gran impacto en el WWE Universe, que no dudó en mostrar su agrado en todo momento. Sin embargo, tras el fin de esta rivalidad, todo en la división femenina de WWE ha vuelto a la «normalidad». Una normalidad en la que, según vemos en estos Slammy Awards, reina lo retrógrado, lo insulso, la incoherencia y la falta de ideas.
Sonya Deville no está nominada a superestrella revelación de 2020
Uno de los aspectos que más valoró el WWE Universe dentro de la rivalidad mencionada arriba fue el enorme aumento de calidad que mostró Sonya Deville, tanto al micrófono como a nivel de su personaje y las motivaciones que lo mueven. La traición de Deville, a su por entonces compañera de equipo, resultó en un enorme alud de halagos y admiración que motivaron a la luchadora a seguir demostrando de lo que era capaz. Durante el punto álgido del feudo, los fans consideraron a Sonya Deville como una de las superestrellas del año, y si no hubiera sido por ese desafortunado abandono final, estoy seguro de que hubiera eclipsado por completo el posterior trabajo de Bayley en SmackDown.
Considero que este ‘run’ de Deville como heel no perdió calidad con el retiro temporal e imprevisto de la luchadora, y me parece completamente injusto que WWE ignore por completo a ese personaje femenino capaz de suceder a ‘The Man’ e incluso convertirse en su futuro némesis. Resulta totalmente incomprensible que superestrellas como Bianca Belair o Street Profits sean nominadas a superestrella revelación pese a su nulo desarrollo durante 2020, mientras Sonya Deville ni siquiera figura en la lista.
Reflexión final
Las preguntas que pasan por mi mente tras escribir estas líneas son: ¿Realmente WWE busca y valora un producto de buena calidad? ¿Se ha convertido WWE en una fábrica de ‘memes’ y modas pasajeras, incapaz de promover un producto serio y maduro? ¿Tiene la audiencia la culpa de todo esto?
Entiendo que los Slammy Awards no son unos premios totalmente serios, rigurosos o prestigiosos. Pero, si la propia WWE no es capaz de viralizar su mejor versión y mostrarla al mundo con orgullo, si WWE no se toma a sí misma en serio, es imposible que el público que la elevó al ‘mainstream’ se siga interesando por el producto. Es imposible que WWE logre alcanzar un nuevo boom si se dedica únicamente a pavonearse por tomar decisiones como dar el Money in the Bank a Otis, quemar hasta la saciedad los gags de R-Truth y considerar como posible rivalidad del año a Lana y una mesa de comentaristas. Es imposible consumir el producto de WWE sin sentirse culpable cuando la empresa se empeña en destrozar o dejar de lado todo lo bueno o prometedor, y promocionar hasta la saciedad su versión más perezosa e infumable.
Solamente espero que, dentro de quince años, las historias que se valoren y perduren en la memoria de los fans sean las de Deville y Rose, Jericho y Owens, Bayley y Banks. De no ser así, el futuro de WWE aparenta muy triste.
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