Ya ha pasado un año desde que Kofi Kingston crease la ‘Kofimanía’.
El otro día hablando de construcciones sobre diferentes personajes, surgió en mi cabeza la figura de Kofi Kingston. Y es normal puesto que, el domingo, vuelve Elimination Chamber, el evento que puso a Kofi Kingston y a ‘Kofimanía’ en un lugar en el que ni él mismo se habría imaginado que iba a estar.
Como siempre voy a tratar de poneros en antecedentes: Mustafa Ali, en ese momento solamente Ali, estaba viviendo un momentum sin precedentes en su carrera en WWE. De hecho, eso le llevó a ser programado para luchar en la cámara de eliminación por el campeonato de WWE que, en ese momento, ostentaba Daniel Bryan. No obstante, una lesión legítima (fuera del kayfabe) le impidió ser parte de ese evento, por lo que fue Kofi Kingston quien le reemplazó en la lucha.
Evidentemente la selección de Kofi Kingston no fue casual, si no que WWE buscaba alguien que pudiese llevar a cabo el papel que Ali iba a tener en la lucha. Ese papel dinamizador, con mucho movimiento aéreo y un estilo high flying bien marcado. Dentro del roster, Kofi Kingston cumplía todos esos requisitos. Además, The New Day tenía a los aficionados en el bolsillo por lo que nadie se negaba a ver al entrañable Kofi Kingston con una oportunidad titular.
Llegó Elimination Chamber y la verdad es que todos nos deberíamos preguntar que habría sido de Mustafa Ali (ahora prácticamente desaparecido de la programación de WWE) si hubiese podido competir en aquel evento. No obstante, eso es harina de otro costal, puesto que nunca sucedió.
El que sí luchó y aprovechó su oportunidad fue el ghanés-americano Kofi Kingston. El integrante de New Day entró el tercero al combate y dio un rotundo espectáculo con diversos spots de altísimo nivel, desde perseguir a Bryan hasta lo alto de una de las cápsulas donde aguardaban los luchadores, hasta lanzarse desde lo alto de la jaula sobre Daniel Bryan y Samoa Joe. Logró eliminar a Randy Orton, el último luchador en entrar a la lucha y ahí se inició un ‘clic’ entre él y Daniel Bryan que culminó en uno de los movimientos más inesperados (el push) y más esperados (su victoria en Wrestlemania 35) de la historia de WWE. Dieron un combate con varios falsos finales aunque finalmente, sería Daniel Bryan el que retuviera el Campeonato de WWE.
Bueno sin más, podría parecer que era un simple combate especial de transición, donde decidieron recompensar a Kofi por los más de 10 años de dedicación a la empresa. Pero lo cierto es que el público estalló en una reacción que para todos parecía totalmente inesperada. Salió ovacionado tras el combate, cuando se retiraba junto a Xavier Woods y Big E Langston. Esto no pasó desapercibido para los creativos de WWE que decidieron empezar a probar cosas, como por ejemplo continuar el feudo en Smackdown y dándole la oportunidad, por qué no, de abrir el show de la semana siguiente. La reacción fue la misma, atronadora y ahí se confirmó que había nacido la ‘Kofimanía’.
Y ahí, en una gran decisión para mi por parte de los creativos decidieron convertirle en el hijo predilecto de América. Le negaron la oportunidad de enfrentar a Daniel Bryan hasta la saciedad, le hicieron pasar penurias y le pusieron mil trabas para lograr la oportunidad que andaba buscando. En Fastlane, de hecho, no compitió y Bryan consiguió vencer a Owens y Ali para retener el campeonato.
Finalmente llegaba la recta final del Road To Wrestlemania y consiguió que Vince McMahon cediese a darle esa oportunidad, la de luchar por el WWE Championship en el mayor escenario de todos, Wrestlemania.
Y como todos sabemos lo consiguió, además de conseguir ser Campeón Triple Corona y Grand Slam, absolutos hitos dentro de la compañía.
A lo largo de toda esta rivalidad entre él y Bryan, cada vez el público estaba más enfervorecido con la posibilidad de ver a Kofi campeón, llevaban a los shows máscaras con su cara, gritaban “we want Kofi”, “you deserved it!” y, en definitiva, habían llevado en volandas a un luchador que aunque siempre cumplía nunca había destacado por nada, a ser uno de los ejes centrales del mayor evento de lucha libre del mundo. Una historia de película vaya.
El problema es que, una vez lo consiguió, ese castillo de naipes que es el apoyo del público, se fue derrumbando poco a poco. Porque recordemos que al final el wrestling requiere de una importante base de carisma que Kofi, lamentablemente no tiene. Empezó fuerte y la gente estaba feliz de verle con el cinturón, pero llegaron los primeros feudos y, con ellos, se le veían las costuras al nuevo campeón: Kevin Owens, Dolph Ziggler, Samoa Joe, Randy Orton y, finalmente… Brock Lesnar. Todos los rivales de Kofi lo hacían verse pequeñito respecto a ellos y además, el tipo de bookeo para sus combates no lo ayudaba. Todos acababan de la misma forma: después de todo un combate dominado por el rival, aparecía un Trouble in Paradise y ahí se acababa la historia. Nunca tuvo la oportunidad de verse como un campeón dominante, de ahí, que cada vez esa Kofimania fuese apagándose más y más hasta aquel fatídico día, 4 de octubre de 2019, cuando Brock Lesnar le derrotó en tan solo 7 segundos para convertirse en campeón de WWE.
Por supuesto, me sentí descontento e indignado por el trato que recibió Kofi, que al menos podría haber aguantado un mínimo para mantener su dignidad a flote. No obstante no fue así y, Kofi volvió a su zona de confort: los pancakes, The New Day y la división por parejas de SmackDown de la que no creo que vuelva a salir.
Siempre agradecidos por ese buen Road To Wrestlemania que nos diste Kofi, pero lo de Lesnar… tenía que pasar.
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