Roman Reigns y Paul Heyman. ¿Qué más se puede pedir? Llave y cerrojo. Se complementan de maravilla. Reigns regresó cuando peor lo estaba pasando WWE. Ha llegado para quedarse
Si no evolucionas, te estancas. Y eso precisamente, es lo que se ha aplicado Roman Reigns después de su vuelta a WWE. En el mes de marzo, The Big Dog abandonó la empresa en un momento crítico por la época que era. WrestleMania 36 estaba al girar la esquina y el COVID-19 provocó que la compañía de Vince McMahon se trasladara al Performance Center para realizar los shows sin público, y que varias superestrellas dejaran temporalmente WWE por miedo a contagiarse por coronavirus.
Roman Reigns fue una de ellas. No podríamos negar que su baja fue un palo muy duro para WWE. Se iba ‘la cara’ de la compañía de Vince a los ojos del mundo, en un momento crucial. Lo que pudo ser un combate (más o menos decente o salvable gracias al propio Roman) fue un duelo entre Braun Strowman y Goldberg que no sorprendió a nadie. Pocos recuerdan ese combate en La Vitrina de los Inmortales.
Aunque parezca que no (por el innumerable talento que posee WWE en su roster), la baja de Roman Reigns hizo mucho daño. Más que cualquier otra. Meses duros. El Performance Center fue un parche que se acabó despegando mostrando todos los puntos débiles de la empresa. WWE no sabía cómo remediar la situación. Los shows tenían cada vez menos audiencia y el producto parecía el mismo cada semana (en mi opinión) salvo alguna ligera innovación.
En esos momentos, era cuando se debía dar un golpe encima de la mesa y agitar la coctelera. Mudanza al ThunderDome, que empezó muy bien por lo que suponía y era, pero que bajo mi punto de vista se está estancando un poco aunque Florida ya ha entrado en la fase 3 y los recintos se pueden llenar en su totalidad. Veremos qué decisión toma WWE porque depende en gran parte del público.
Shows sin mucho fuego al que les faltaban ese toque salero que pudiese reavivar la llama. Cuando más mal estaba el asunto, Roman Reigns regresó como si de un héroe o caballero se tratara. Lo hizo en SummerSlam 2020 atacando a The Fiend y a Braun Strowman. Bronceado y con nueva dentadura. Cuanto menos impactante.
El 28 de agosto en SmackDown, ese movimiento de cámara en el que aparecía Paul Heyman al lado de The Big Dog evidenciando una alianza entre ellos, dejó a todo el mundo patidifuso. Nadie se lo podía creer. ¡Y qué bien le ha venido a Roman! Como anillo al dedo. Le hacía falta algo así. Alguien que le respaldase y le potenciase. En el micro se ha defendido, pero nunca ha sido excelso ni un genio de la palabra.
Este nuevo rol es brutal. Paul Heyman dice lo que The Tribal Chief piensa. En las promos lo vemos. Roman no se inmuta y solo lanza una mirada de tigre a cámara. Un asunto de negocios entre los dos. Ninguno quiere un objetivo concreto. Quien lo iba a decir hace un par de años cuando Brock Lesnar tenía de mánager al propio Paul. Fueron el talón de aquiles de Roman Reigns. Su peor pesadilla. Si a este nuevo gimmick de menos hablar y más hacer (en el ring), le sumas que la rivalidad con Jimmy Uso está siendo realmente buena, te quedan los ingredientes perfectos para elaborar un plato de diez.
Un Campeón Universal que ama a su primo porque es un familiar suyo y quiere lo mejor para él, pero que a su vez le dice que no tiene ninguna opción contra él y lo va a machacar. Antes Roman Reigns me gustaba, pero consideraba que no estaba aprovechando al máximo sus cualidades. Reigns llegó y sostuvo el pilar que podía hacer que la empresa de Vince se derrumbase. The Tribal Chief.
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