La promo en RAW Talk de Peyton Royce pone de relieve la escasez de tiempo aprovechado de las superestrellas de la empresa una vez son descartadas por el equipo creativo o fallan en la primera oportunidad concedida, a pesar del talento que atesoran
El 8 de marzo RAW Talk tuvo como invitada a Peyton Royce, quien desde la ruptura de The IIconics no ha encontrado su hueco en el show rojo. En una pequeña pipebomb en la que se quita la máscara de la que en su paso por NXT fuera la ‘Venus Flytrap’, nos muestra las frustraciones de Cassandra Arneill hacia su posición actual en WWE y su falta de oportunidades, lo capaz que es de sobrellevar un rol superior en la división y que, aprovechando la lesión de la Campeona Femenina de RAW, la tengan en cuenta en vez de a las de siempre. «¡Dejad de hacerme perder el tiempo y dadme a Asuka!», finaliza indignada.
Es una promo fácil de empatizar y aplicable a la gran mayoría del talento infrautilizado que se presenta cada semana sin ninguna esperanza más que la de participar en Main Event. Personas que han llegado desde diferentes lugares arriesgándolo todo por el sueño de brillar bajo los focos de la mayor compañía de pro wrestling, que han demostrado en múltiples empresas o en cada ocasión brindada sobre el cuadrilátero de WWE la calidad que atesoran.
Como apunta Royce, «empaqué mi vida, me mudé al otro lado del mundo, me instalé en un país completamente diferente sin un gran sistema de apoyo para perseguir este sueño de hacer ¿qué? Para sentarme en el vestuario y ver a las mujeres hacer lo que yo hago mejor que el 98% de ellas». En vez de eso deben aplacar su hambre por destacar y tener el aprobado del mandamás con la comida del catering.
«Duele cuando sabes en el fondo de tu alma que estás destinada a estar donde estás, luchando por lo que sientes que mereces. Mi potencial me persigue. Cuando te esfuerzas por algo que sientes que realmente mereces… Aquí es donde estoy destinada a estar y mi paciencia se está agotando desde hace tiempo», clama hacia la cámara. Un desasosiego que hace a muchos salir de la empresa en malos términos. La semana pasada el famoso 15 de abril negro se repitió en el calendario, y junto a Peyton Royce también salió Tucker.
Su caso es muy diferente al de la luchadora, pero comparte el mismo desprecio por parte de un equipo creativo que tras separar a una pareja que funciona abandonan cualquier opción de ofrecerles una carrera individual digna. El excompañero de Otis en Heavy Machinery se ha mostrado descontento con su salida y ha hecho notoria su frustración acumulada durante todos estos meses. Su reacción sugiere que estará encantado de ofrecer una shoot interview donde echar pestes de WWE, al ser con Mojo Rawley y Bo Dallas los despedidos que menos esperanzas tienen de triunfar fuera de la empresa, al menos a priori.
A fin de cuentas, todos cumplen un rol en el organigrama de RAW, SmackDown o NXT. Tal vez estos tres nunca llegasen a tener un campeonato mundial sobre sus hombros, ni siquiera un título secundario, pero podían servir para ayudar al resto del talento a mejorar, a tener un estatus mayor o a que luzcan más fuertes. El problema es que como ellos hay demasiados. Sin house shows en el horizonte, tener a estos luchadores en plantilla puede que no sea la mejor decisión económica, pero tampoco debería serlo mantenerlos empleados durante años para que no participen en ningún semanal, siempre entrenando para estar a punto para dar el salto.
No se puede construir un equipo de fútbol con 35 candidatos a la titularidad si solo disputas una competición y no estás por la labor de rotar, tampoco tener a 15 canteranos con dorsal en el primer equipo para la idéntica posición. Y menos si cada año llegan nuevos luchadores con las mismas aspiraciones y con los mismos años de experiencia. El lowcard o la baja midcard –aquellos que no son ni aspirantes al título ni el campeón– debe ser un lugar en el que aquellos con carencias por pulir tengan tiempo de aprender para continuar escalando en la cartelera.
Para evitar la saturación WWE debe cortar de raíz esa manía insana de fichar al tuntún estrellas que no se ajustan a su molde o no tienen espacio que darles en cualquiera de los tres shows. Un roster repleto de por si acasos y talento que no quieren que el resto de las compañías posean, que se marchitan a la espera de una oportunidad. ¿De verdad merece la pena esta dinámica? Teniendo en cuenta que siempre encuentran nuevas caras a las que hacer crecer…
O tal vez debamos ser nosotros quienes dejemos esa visión centrista de la industria y comprendamos que el despido o la renuncia no es un paso atrás en sus carreras, sino una oportunidad para deleitar a sus fanáticos en otro ambiente. A nosotros como consumidores no nos cambia la vida, siempre y cuando no seamos reacios a probar otro plato que no sea el servido por Kevin Dunn.
Sea como sea, todo depende de la paciencia. En la inmensa mayoría de casos, el talento llega al Performance Center, tras unos meses debuta en NXT y al cabo de dos o tres años es ascendido a RAW o SmackDown. Tienen su presentación y un par de feudos para probarse, y dependiendo del desempeño y el agrado del jefe continúan su periplo o se caen a la cola. Pero ese no es el final, porque si siguen teniendo combates sin ningún plan con cierta asiduidad, al cabo de unos años se les concede esa segunda oportunidad. También depende de que tengan planes reales para ellos una vez den el salto o sean elegidos para un cambio de personaje, como ha sido el caso de Apollo Crews.
El luchador de ascendencia nigeriana vive su momento de gloria desde que se ha alzado con el Campeonato Intercontinental en WrestleMania 37 y ha tenido el beneplácito de Vince McMahon. Su llegada al roster principal fue prematura, siendo el reemplazo de un lesionado Neville y en los siguientes años tuvo cierta regularidad en el show, además de ser contendiente a los Campeonatos por Parejas y el Campeonato Intercontinental en contadas ocasiones. No fue hasta que Paul Heyman quiso potenciarlo cuando llegó a ser Campeón de Estados Unidos, pero una vez que el que fuera director de ECW perdió su sitio como head booker del show de los lunes regresó al ostracismo. Y con su paso a SmackDown, la historia reciente habla por sí sola. Cuatro años irregulares y un año y medio bueno.
¿Qué se puede aprender de esto? Que la clave de una carrera en los dominios de la mayor empresa de entretenimiento deportivo depende de dar una buena impresión y contar con oportunidades en el año de debut y llegar a la madurez deportiva con un valle no muy pronunciado, contando con combates aunque sean fuera de una historia, y renovando tu personaje para ofrecer el máximo en los próximos años. Otros ejemplos como Jinder Mahal, Bobby Lashley o Drew McIntyre son la prueba de ello, necesitando una salida de WWE para volver a ser llamados y recuperar estatus tras el valle.
No obstante, no es ideal, ya que sigue dependiendo del gusto de Vince McMahon y de estar presente en la mente de los creativos. Razón por la cual de momento Ricochet, Elias, Mandy Rose, Nikki Cross o Mustafa Ali son parte de los shows y caras esporádicas a pesar de que no cuenten con grandes historias y oportunidades titulares reales. Y si a esto le sumamos que cada año algunos deben ascender de NXT, la cosa se aprieta.
La sobresaturación de la plantilla de RAW y SmackDown perjudica esa frase tan manida de ‘coger el anillo de bronce/grab the brass ring’, que proviene de la dinámica de los tiovivos de antaño. Todo se tuerce cuando hay demasiados candidatos a tomarlo, desdibujando esa meta alcanzable por unos pocos de asaltar el cielo del main event. Más cuando depende de luchadores que los aficionados consideran que está infrautilizado, fuera de la posición que merece y con las suficientes capacidades como para triunfar en el combate principal de la noche.
Si en una empresa con un roster tan amplio tienes a más de cinco luchadores o luchadoras en esa posición, algo estás haciendo mal. Y esto prueba, por otro lado, la falta de personajes en WWE. Porque sin un personaje atractivo y económicamente rentable, Vince McMahon no aprueba que seas el favorito del público, que es problema tanto del equipo creativo como de quien lo portará en última instancia.
Peyton Royce también menciona que «cuando un talento cae, se abre una oportunidad y esa oportunidad es enorme». Con la lesión de Asuka todo indicaba que Charlotte se enfrentaría a todas por demostrar que era la digna contendiente al campeonato femenino en WrestleMania 37. No obstante, todo siguió su curso porque no era tan grave. Recibió su combate contra la campeona y lo hizo bien, pero no fue suficiente para mantener su puesto.
Ahora, junto al resto de talentos liberados la semana pasada, tendrá tiempo y ocasiones de demostrar que se equivocaron. La paciencia en WWE es una virtud y una debilidad, y las oportunidades acaban llegando, pero dependen de la opinión de un solo hombre. Los fans apoyan a quienes quieren ver triunfar y a menudo no cobran ese aplauso, pero el final de la carrera en la mayor de la industria no es el fin de la vida del luchador. Se puede subsistir fuera de los dominios de Vince McMahon, aunque siempre está la opción de regresar por una segunda carrera. Porque por mucho que puedas hacer millones en cualquier otro equipo, todo el mundo sueña con jugar en el mejor de la liga.
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