El programa negro y dorado de NXT vive en la contrariedad entre ser la tercera marca de WWE o el territorio de desarrollo de Raw y SmackDown. Tras este paso intermedio deberá decidir qué quiere ser en el futuro
NXT ha recordado en estas dos semanas sus años dorados como marca alternativa a Raw o SmackDown en la programación de WWE. El regreso de Samoa Joe, el aumento del público, las oportunidades a talento nuevo y la presentación de nuevas facciones y personajes ha trasladado al espectador a 2017. No obstante, desde su llegada a USA Network ha existido un bajón en la calidad del producto, tal y como señala Jesse Collings de Voices Of Wrestling en su artículo sobre cómo NXT se ha vuelto aburrido.
El problema no surge del paso a las dos horas de duración –aunque hay que admitir que sí perdió su frescura y sensación de show rápido de ver–, la aparición continuada de sus mejores estrellas o de la lucha por las audiencias con All Elite Wrestling, sino del tira y afloja entre ser el territorio de desarrollo y la tercera marca de la compañía. Aunque la duración actual lo permite, el choque con AEW propiciaba la competición por evitar el mayor número de sectores valle, de ahí que surgieran menos caras nuevas en pos de una mayor exposición de los buques insignia de Triple H.
Con el main event de la edición de este año de NXT TakeOver: In Your House y su posterior programa semanal se han calmado las aguas en la marca negra y dorada, y poco a poco William Regal retoma la dirección con el binomio que forma junto con Samoa Joe. Carmelo Hayes, Hit Row, Sarray, Franky Monet, el Campeonato del Millón de Dólares y los retos abiertos de Kushida aportan frescura a NXT, pero mantiene equilibrada la balanza entre las dos identidades.
Si los veteranos de la marca negra y dorada son quienes establecen la sección como tercera diferencial, el posible proyecto NXT EVOLVE viene a confirmarlo. Sin embargo, la viabilidad del ‘territorio de desarrollo del territorio de desarrollo’ se pone en entredicho tras esta semana. Tino Sabbatelli y Josiah Williams, principales conductores del show, están fuera de la empresa, y las noticias sobre las regrabaciones que surgieron hace semanas denotan una inseguridad en el planteamiento en el seno de la directiva.
Sobre estos experimentados, Johnny Gargano, Tommaso Ciampa, Candice LeRae, los cuatro ex Undisputed ERA e Io Shirai –tal vez pronto Finn Balor se sume a la lista– han cambiado sus roles tras conseguir todo y tener una larga trayectoria en la marca; a pesar de ello continúan en ella. ¿Por qué? En parte por establecer ciertos NXT’s own como hilos conductores, y por otra porque se han negado a ascender a un roster principal copado de excompañeros sin una dirección clara, en el limbo.
Si la vuelta a los estadios llenos, el Draft y los prometidos cambios mejoran la perspectiva del talento (y del público) hacia las dos grandes marcas, tal vez recuperen la tradición basada en etapas que imperaba hace años. Si en uno o dos años en NXT dabas un buen desempeño, subías directo en la próxima ocasión. Luego lo que hiciesen contigo era otro tema.
Como apunta Jesse Collings, esto crea un cuello de botella entre los talentos menos establecidos, «razón por la que Jake Atlas, Pete Dunne y Toni Storm, entre otros, han tenido pushes inconsistentes» cuando años atrás hubiesen ocupado los espacios que luchadores de mayor calibre dejaban al ascender. Más allá de lo actual, haría falta echar la vista atrás a otros sucesos que han tenido que ver para que el Performance Center esté copado de atletas.
La creación de AEW, el cierre de EVOLVE y el aprovechamiento de la delicada situación de la escena independiente durante la pandemia ha favorecido una vez más la pesca de arrastre de WWE, dando contratos por una buena suma de dinero cuando todo estaba en jaque.
Mercedes Martinez, August Grey (despedido esta semana) y Priscilla Kelly (Gigi Dollin) son buenos ejemplos de cada caso. Si el ritmo de fichajes aminorase, las oportunidades crecerían. Habrá que esperar a que la normalidad vuelva a establecerse para conocer el rumbo de muchos de los que entrenan en el Performance Center.
Otro error que señala Collings es Karrion Kross: «un tipo grande de buena apariencia pero una habilidad limitada en el ring y un personaje sobreproducido». Lo considera demasiado similar a lo que se ve en el main roster, que difiere de lo que ha sido NXT. No le falta razón, además de ser otro indicio de tercera marca, y la mejor prueba de ello es su entrada en Main Event –aunque a su favor señalar que era muy complicado presentarlo de forma digna con tanta luz y sin el principal motor de su espectacularidad, Scarlett–.
Si no se hubiera lesionado en NXT TakeOver: XXX su personaje se habría mantenido dentro de un canon de agente del apocalipsis y vidente/bruja, viendo una exploración mayor cuando su primera derrota real se acercase. Una vez regresó ha adaptado su papel a un luchador menos divino y enfocado en ser el gladiador mejor preparado de la arena. Una suerte de Brock Lesnar con cierto misticismo.
Su reinado se siente un paso intermedio hacia algo mayor: con la llegada de Samoa Joe, el caos reinante comenzado por Adam Cole y Karrion Kross se ha cortado de raíz. Quien se alce con la victoria ganará un mayor estatus, y todo está dividido entre los aspirantes de NXT TakeOver: In Your House, cada uno con mayor o menor probabilidad de éxito. Además, la estética del show de los martes ha pasado a ser más oscuro con el paso de los años, por lo que la elección de un luchador que se presenta en blanco y negro parece la adecuada.
Más teniendo en cuenta que el debut de Kross sucedió en plena pandemia, sin público y con reacciones impostadas o enlatadas. Entre finales de este año y principios del siguiente alguien se impondrá a él y solo quedará la esperanza de que NXT marche en una sola dirección y no en dos.
Resulta complicado juzgar un producto que ha tenido que adaptarse a la situación reinante en todo el mundo y que ha ido a ciegas con lo que el público podría demandar, sobre todo si es un cambio momentáneo que se resolverá en un par de años. No es una crítica al artículo de Voices Of Wrestling –que bastante tiene con que replique la columna más de un mes después cuando gran parte ha cambiado–, sino una observación hacia lo que sucede en la actualidad en los debates y programas que los fanáticos y expertos.
Tanto el NXT televisivo como el nacimiento de AEW en su plan original solo duraron seis meses hasta que el coronavirus trastocó todo. Incluso la competencia ha tenido que pasar a dar espacio al entretenimiento cuando la principal diferencia era el enfoque deportivo.
NXT, como el resto de shows y empresas, han necesitado evolucionar para adecuarse a la situación pandémica. En su caso los problemas entre ser la tercera marca o el territorio de desarrollo se han acentuado, y si se le añaden las consecuencias indirectas de lo sucedido en el roster principal, se crea un caldo de cultivo que nubla lo que una vez fue el programa más fresco y diferencial que ofrecía WWE en su plataforma de streaming. Con el salto a televisión y las dos horas de programa la marca negra y dorada cambió, pero mantuvo su esencia a pesar de convertir los datos de audiencia en un tesoro por el que matar.
El cambio a los martes le ha sentado bien, pero será a lo largo de los próximos meses cuando deba decantarse por qué tipo de show quiere ser al finalizar este paso intermedio. Resolver esta contrariedad en el programa determinará el devenir de la calidad de NXT en el futuro más próximo.
Este artículo es una respuesta al artículo ‘How did NXT become so stale?’ de Jesse Collings en la web Voices Of Wrestling. Para acceder al mencionado artículo pulsa en el siguiente enlace. Desde TurnHeelWrestling agradecemos a Voices Of Wrestling por permitirnos citar su contenido en este artículo.
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