El público regresa a la programación de WWE a mediados de julio. Es hora de que, pasado lo peor de la pandemia, el verdadero rey regente ocupe el trono de una vez. No obstante, tal vez sea el mejor momento para arrojar el anillo al fuego o crear una relación que solo te beneficie
Hace cerca de un mes vi de nuevo la trilogía de ‘El Señor de los Anillos’ en cines. Una experiencia única que da un balón de oxígeno a las salas y ofrece una forma de disfrutar las películas difícil de conseguir en casa sin el equipamiento necesario en esta era de estrenos simultáneos por streaming y en cines. No ha sido hasta hoy cuando me he dado cuenta, en mi primera semana alejado del producto más mainstream de WWE –Raw y SmackDown–, de lo similares que son la historia de J.R.R. Tolkien y la más reciente de la WWE de Vince McMahon.
Nunca pensé que daría el paso. Nunca sentí que reuniría el valor, que la tradición se impondría al desinterés y que sería imposible no caer en la telaraña otra vez. De momento lo voy consiguiendo. Ha sido relativamente sencillo, pero el camino está lleno de trampas. El despido de Aleister Black y Buddy Murphy, sumado al horrible bookeo y las nefastas storylines de la marca roja y la incertidumbre de un Draft que condene a superestrellas de los viernes a la travesía por el desierto y la supervivencia por existir en tres horas de programación –¡tres horas!– han sido suficientes razones. Claro está, junto con lo que arrastraba desde años atrás. Quise probar suerte y lo estoy logrando.
Los más avispados se habrán dado cuenta de que ‘La Comunidad del Anillo’ es, sin lugar a duda, una historia sobre la tentación. Un elemento tan insignificante como una joya pone en jaque a toda la Tierra Media por su poder de corrupción y peligrosidad una vez regrese a su dueño original, Sauron, ahora convertido en un ojo gigante en una torre de Mordor desde donde observa todos los movimientos.
Cada uno de los integrantes de la comunidad de WWE porta su propio anillo que debe lanzar al Monte del Destino para romper el enlace tóxico que alimenta a ese viejo gran señor que se oculta en la penumbra. Es el fino hilo que te aferra a la empresa, que no te deja irte ni salir de la rutina. Cada semana los mismos comentarios negativos, cada semana los mismos espectadores en pantalla. Hombres y mujeres que pasaron de la euforia al estado catatónico por una mala gestión.
O, al menos, quitarse la pesada carga para reconvertir la unión perdida en una época en la que el mayor juez en este deporte entretenimiento se ha mantenido alejado de las gradas. Porque durante casi año y medio ha reinado la oscuridad y es hora de rendir cuentas ante quienes de verdad rigen la empresa: el público.
Durante este periplo nuestro Sauron particular ha encontrado a su propio Saruman, que ha revolucionado WWE para deshacerse de quienes consideraba indignos de continuar como contratados, aumentar las ganancias potenciales y allanar el terreno para comenzar a jugar en otra liga en un futuro. Y cómo no, cinco Nazgûl como dedos de la mano derecha sirven a su señor y cumplen con todos sus deseos. Antiguos reyes que dirán que sí a todo lo que el promotor exponga. Incluso uno de ellos, aquel que ningún hombre podía derrotar, cayó por un ‘mal hábito’ hacia una mujer.
En estos próximos meses de recuperación de la vida normal, donde se va divisando la luz al final del túnel, el público jugará un papel trascendental en el devenir de WWE. Como juez, jurado y verdugo de la disciplina debe purificar las malas obras sucedidas durante el confinamiento y acabar con los elementos narrativos que han convertido Raw o SmackDown en un show repetitivo semana tras semana. Al igual que el título de la tercera película de la saga, se necesita con urgencia el retorno del rey. Tiene fecha: el 16 de julio.
La encarnación natural de Aragorn es el público como una masa heterogénea pero unida en un mismo propósito. Es esa fuerza que empuña de nuevo aquel arma que expulsó momentáneamente a Sauron, vuelta a forjar para que brinde esperanza ante un futuro incierto y lleno de sorpresas tras el desasosiego de la pandemia. Reunidos bajo un mismo estandarte fans actuales y antiguos entusiastas desencantados que vuelven para construir una WWE bajo un nuevo criterio. Mal llamados traidores, aquellos que no respetan nada, que no responden ante nadie. Pero que responderán ante el rey.
Como todo hace falta una respuesta, una confirmación de que este propósito cuenta con el suficiente apoyo. Ya no somos tan afortunados en amigos como antaño, pero solo es necesario un mensaje, una luz en el horizonte, una almenara encendida para que las peticiones se conviertan en exigencias.
El primer paso viene de cada uno. Es un viaje en solitario hasta las puertas de Mordor. Un viaje sin retorno y sin ayuda, desconociendo el final del sendero. Un proceso para poder decidir por uno mismo qué y cómo consumir el producto de WWE, o concluyendo en no hacerlo. Quitarse la carga autoimpuesta de ver lo que no agrada, aceptar con desgana lo que en realidad enerva y recuperar la animosidad que un día se perdió entre despidos de luchadores favoritos, ascensos que no llegan a nada y oportunidades desaprovechadas en el mejor momento del talento.
Por desgracia, el retorno del rey también puede ser una trampa. Ya ha sucedido antes: cuando peores niveles se están dando, pegan un volantazo que llama la atención, encandila y aporta una falsa seguridad de un futuro brillante. Se abre ante ti la Montaña Solitaria de Smaug. Como suele ser habitual, la dirección retoma el carril usual pasados unos meses. Si fuera una semana, dos días buenos por cinco malos. Un bookeo, una historia, incluso un anuncio alejado del kayfabe.
“We have listened to the fans”, “this is a fresh start”, “changes are coming”, “it’ll start tonight”, “YOU are the Authority”. Palabras claves para referirse al próximo caramelo para que el niño esté contento un ratito más. Un momento en el que parece que WWE ha oído las plegarias de sus aficionados. Nada más lejos de la realidad: siempre han oído, pero en contadas ocasiones han escuchado.
Podría cerrar con el monólogo de Samsagaz Gamyi en ‘Las Dos Torres’, no lo haré. El bien no siempre gana, tal vez no seamos capaces de hacer que WWE cambie. Pero se puede ganar de otra forma, se puede tomar la decisión de no consumirlo, de no darle horas (las que sean) a algo que no te motiva. Esa también es una victoria, por muy personal e insignificante que sea. Tu victoria.
En euskera se suele decir: Gehiago balio du milak egiten duen apur banak, batek egiten duen mila baino (Vale más el poco que hacen unos miles, que los miles que hace uno solo). Es insuficiente para derrocar un imperio, pero es lo justo para disfrutar en su plenitud del wrestling. Arrójalo al fuego, destrúyelo, o conviértelo en una unión que solo te beneficie. Sé tu propio rey.
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