CM Punk volvió a enamorarse del pro wrestling gracias a All Elite Wrestling. El mayor de los regresos del año pasado fue el suyo en un Rampage, en su ciudad natal de Chicago. The Last Dance empezaba, ‘Cult of Personality’ sonaba y la sequía luchística de siete años se nutriría con rivalidades con el talento joven. Darby Allin, MJF, Daniel Garcia, Lee Moriarty o Wardlow fueron algunos de los elegidos. También hubo antiguos compañeros de vestuario como Matt Sydal, Dustin Rhodes o Eddie Kingston. Todos ellos parejas de un vals que, menos en dos ocasiones –versus MJF y ante Jon Moxley en sendos AEW Dynamite–, siempre ha ganado Punk, aunque dejando a su rival en una posición elevada.
Sin embargo, hace dos semanas surgieron las primeras noticias sobre el malestar acerca de CM Punk. La promo que el autoproclamado ‘Best In The World’ con el por entonces campeón de AEW ‘Hangman’ Adam Page no le sentó nada bien. Hizo referencia a la supuesta petición de no renovar a su antiguo amigo Colt Cabana, con quien estrechó lazos después de su salida forzada de WWE el día de su boda y los separó la disputa legal por los honorarios –de Cabana a Punk– del juicio por difamación entre ambos y el doctor Chris Amann. Un ambiente en vestuario que parecía profesional y que Tony Khan se encargó de acallar los rumores con su renovación y saltó a Ring Of Honor aunque, todo sea dicho, sigue sin aparecer en pantalla.
Su malestar fue tal que se reunió con los principales mandatarios para informar del asunto y avisar de que no estaría dispuesto a perder contra Hangman Page en el combate por el título de Double Or Nothing. Incluso, de regreso de su lesión de tobillo hace dos semanas, mencionó al excampeón para que saliera al ring a enfrentarlo cuando no estaba previsto que lo hiciera, dejándolo como un cobarde a ojos de los espectadores. La venganza se había consumado, pero las consecuencias fueron fatales: aquel CM Punk que tanto ilusionaba quedaba retratado como el egoísta y bocazas de años atrás.
La posición de veterano multicampeón de Punk está más que merecido. Es un gran luchador, completo en todos los sentidos y ha dejado momentos para la historia que serán recordados por años. Ha conseguido que Chicago sea sinónimo de CM Punk igual que Canadá a Bret Hart. No obstante, ha sido problemático, ambicioso, terco y mal compañero a lo largo de su carrera. Siempre justificado porque aportaba más de lo que costaba, y en buena medida eso derivó en tener una de las mayores historias contra el statu quo o la dirección de WWE a través de la Pipebomb.
A sus 43 años y con una capacidad de brillar menor que siete años atrás, su posición en la cartelera y en el vestuario difiere de lo que se esperaría de un veterano de AEW. Comparado con Sting, puede aportar mucho más sin apenas perder calidad sobre el cuadrilátero, pero su reinado, por corto que haya sido, nunca debió suceder. Si su propósito con este The Last Dance era enfrentarse a los mejores y aupar a los jóvenes talentos, en algún punto cambió. No ha hecho sombra a esas estrellas en ciernes, pero no necesitaba estar en lo alto de la cartelera o vistiendo el oro para vender entradas.
Y aquí es donde entra el declarado fan de CM Punk Tony Khan, presidente y director creativo de All Elite Wrestling. En las ruedas de prensa se siente entusiasmado por tenerlo al lado, y su vergüenza se ha ido disipando poco a poco hasta insultar a Eric Bischoff delante de los micrófonos. Tres años hace de la creación de la empresa y sus ideas buenas pueden estar cerca de terminarse. Con un equipo dedicado a la creación de storylines y feudos, esta situación en la que el mandamás juega a que su muñeco de acción preferido sea el protagonista quedaría camuflado. Tal vez su favoritismo le pudo, el ‘Chicago Made’ supo verlo y aprovechó la ocasión para volver arriba.
Asimismo, su marcado fanatismo puede nublar su juicio, pues quien no piensa bien sus fichajes puede desequilibrar al vestuario. Como cualquiera que se haya puesto al frente de un club de fútbol en un videojuego, sabe que si no se rota o no se tienen en cuenta las condiciones contractuales, el vestuario se rebela. Y ya ha pasado, con MJF como principal ejemplo.
El escenario solo puede definirse de una forma: conflicto de intereses. Su cargo de mando y su predilección hacia un luchador con el que ha crecido y amado choca con la posición de CM Punk como empleado inferior en un organigrama horizontal con otros talentos igual de relevantes. El surgimiento de las primeras tiranteces en el vestuario no es el fin de All Elite Wrestling y tampoco lastra lo que se ve en televisión, pero sí puede condicionar el devenir de una empresa que, de no controlar los egos de los mejor pagados, puede hacer virar su encanto hacia otros derroteros. Todo esto por «rabia no resuelta»…
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