WWE tiene que deshacerse de esa McDonalización férrea de la que adolece en muchos aspectos de su producción como en las canciones de entrada, pero como todo en el capitalismo, si es más barato y sigue funcionando, se continúa con el proceso
No sé cuándo sucedió, si fue con la marcha de Jim Johnston o la de CFO$. En algún momento se perdió esa magia de la presentación sonora, la que cuenta en ese segundo previo al pop de los asistentes la historia de la superestrella que está por cruzar la cortina. La que sí se ha esfumado, o está en peligro de extinción, son esas canciones de entrada. Y digo canciones y no temas porque me refiero a las que tienen letra, no sientes que son un bucle y son propias del luchador o la luchadora, irremplazables. La que vale para Sasha Banks no sirve para Dana Brooke. Lo que sentías con Edge, Batista, Brock Lesnar o Lita no lo sientes con Cesaro, Keith Lee, Mustafa Ali o Peyton Royce. Esa también es una forma de incapacitar a tu talento.
Porque de eso tratan las canciones de entrada, de contar una historia y ser el mejor acompañamiento a la caminata del luchador. En WWE han bajado los brazos con esto. En la cartelera de ambas noches de WrestleMania 37 encontramos muchas que no pueden vivir fuera de su universo sin desentonar o cuesta escucharlas sin cansarte a mitad de su duración.
Lo mismo en esta ocasión no tuvo la culpa el mismo de siempre, tal vez no se le ocurrió a él y solo dijo «Ese tío tiene razón. Vamos a recortar en música que estoy perdiendo dólares», como si fuese Terry Crews en Todo El Mundo Odia A Chris (Everybody Hates Chris). Un recorte que se suma a otros más, solo para obtener un mayor margen de beneficio. Primero fue el escenario, que es homogénea o casi un calco para los dos show principales, luego la pirotecnia, que volvió y ya veremos si sobrevive a la vida post pandemia, y al final les tocó a las canciones. Sustituyeron el formato con gráficos 3D que les costó dos años comprender cómo usarlos y efectos sonoros que a veces dejan al competidor de puro chiste. Porque lo que le han hecho a Braun Strowman no tiene perdón, solo falta que se llame Thomas. Y para sorpresa de nadie, en NXT se suele cuidar más este aspecto.
En el otro lado de la balanza está Tony Khan, que a golpe de talonario y sin despeinarse está comprando las licencias de varias canciones famosas para sus luchadores (y se supone que juega con menos dinero). Los primeros han sido Jungle Boy con ‘Tarzan Boy’ de Baltimora y Orange Cassidy con ‘Where Is My Mind’ de The Pixies. All Elite Wrestling tampoco es ajena a las canciones flojas y repetitivas. No obstante, intentan producir música con una letra que encaje con el personaje y que no suene a algo prefabricado, sin alma e impersonal. Igualmente sucede en otras empresas con producto grabado con maravillas como el ‘Kaze Ni Nare’ de Minoru Suzuki en NJPW o el de FinJuice en Impact, que no está nada mal.
WWE tiene que deshacerse de esa McDonalización férrea de la que adolece en muchos aspectos de su producción, pero como todo en el capitalismo, si es más barato y sigue funcionando, se continúa con el proceso. Amasar dinero con el mínimo esfuerzo y al menor coste. Pasa con las canciones de entrada, con los personajes, con los guiones, con las historias, con la dirección de cámara, con el set, con los títulos, con lo ofrecido en el ring… pero aquí seguimos, porque nos contentan tres veces y nos enfadan siete.
Joder, que lo más importante de una performance es la música. Y el wrestling a fin de cuentas es eso, un espectáculo. En otros deportes las canciones de entrada funcionan y son necesario, lo mismo aquí. Ayudan a crear un aura sobre el luchador, le otorgan la etiqueta de superestrella antes de que haga cualquier movimiento y es una de las formas más sencillas que tiene el espectador casual de sentirse atraído por el programa además del aspecto de quien baja la rampa.
Si no cuidas este matiz, tal vez el día de mañana lo lamentes. Por eso tengo ganas de que llegue la era post pandémica porque entonces volverá el termómetro en directo, y se comprobará si lo hecho hasta ahora funciona o si has trabajado durante la cuarentena por reinventarte. Porque si quien andaba dubitativo antes del coronavirus encuentra un producto que no le complace se va a ir y no regresará. Y ese momento está a la vuelta de la esquina.
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