La primera edición de NXT TakeOver WarGames fue el escenario de la gran noche de Andrade ‘Cien’ Almas, donde consiguió el título mundial gracias a su alianza con Zelina Vega. Desde entonces no ha podido repetir la machada
Han pasado ya tres años desde aquel 18 de noviembre de 2017, la fecha del primer NXT TakeOver WarGames. Un evento especial de la marca amarilla que trajo de vuelta al wrestling mainstream esa enorme jaula que contenía de ocho a diez superestrellas en dos cuadriláteros. Una estructura que regresa cada año, siendo uno de los eventos más esperados por los fanáticos del que fuera el territorio de desarrollo de WWE.
El debut del infame Lars Sullivan, el magnífico Aleister Black vs Velveteen Dream donde por fin el lúgubre Black pronunció el nombre de Dream, la coronación de Ember Moon y el primer WarGames Match moderno con SAnitY, Undisputed ERA y Authors Of Pain con Roderick Strong. Pero antes de ese gran combate principal de la noche de Houston teníamos al campeón Drew McIntyre enfrentándose a quien mayores quebraderos de cabeza le había provocado en su travesía por NXT: Andrade ‘Cien’ Almas.
El precombate
Dos rivales que, como bien apuntaría la mánager Zelina Vega, comparten un pasado similar. El escocés había sido nombrado el elegido, The Chosen One, por nada más y nada menos que Vince McMahon en sus primeros años en WWE. No obstante, nunca logró pasar de un reinado Intercontinental y otro por parejas con Cody Rhodes. Su buen alias se fue diluyendo en 3MB y acabó siendo olvidado por la directiva y despedido en junio de 2014. Con la misión de recuperar su estatus y hacerse valer a ojos de quienes lo dejaron ir, aumentó su tono muscular y dejó que creciera en su rostro una barba que le diese el aspecto digno de un psicópata escocés.
TNA lo aceptó en sus filas y le ofreció un espacio donde brillar en el evento principal y como la cara de la marca. Con el Gran Campeonato y el campeonato mundial de peso pesado de Impact en su palmarés, además de su buen hacer en empresas independientes como Evolve o ICW, entre otros, se granjeó una segunda oportunidad en la mayor empresa del entretenimiento deportivo, volviendo desde abajo, a la marca de Triple H. Una carrera fuera del imperio McMahon que le otorgó el puesto 11 en la lista de Pro Wrestling Illustrated de los 500 mejores luchadores de 2016.
A su regreso y en solo cuatro meses logró escalar hasta convertirse en aspirante al título de Bobby Roode y arrebatárselo en NXT TakeOver Brooklyn III –aunque su celebración vino con sorpresa pues fue la presentación de Adam Cole, Bobby Fish y Kyle O’Reilly–. Dos defensas exitosas más tarde, una contra el líder que perpetró el ataque en su noche de gloria y otra ante el futuro miembro del stable, Drew McIntyre se vería las caras ante un adversario que junto a Zelina Vega había recuperado el norte y retomaba su camino hacia el éxito.
El Ídolo. Marcando la diferencia. Lo de hoy, lo del momento. ‘El Centinela del Espacio’. La Sombra. ‘Cien’ Almas. Tranquilo. Así se presentaba en su tema de entrada, una canción que bien servía como de uno de los luchadores más experimentados y a la vez más jóvenes en pisar un ring de WWE. El de Gómez Palacio llegó a NXT con trece años de trayectoria a sus espaldas a sus 26 años. Como La Sombra había sido toda una sensación en su país natal, México, y siendo la tercera generación en una familia de gladiadores de la lucha libre, había mamado desde bien temprano el noble arte que se escenifica entre las doce cuerdas.
Debutó a los 14 años y desde entonces comenzó a labrarse una afamada carrera en CMLL, que incluso le llevó a Japón para participar en el NJPW Best Of Super Juniors de 2010 venciendo a Gedo y a las leyendas del puroresu Jushin Thunder Liger y Tiger Mask IV. Tres años más tarde arrebataría a Shinsuke Nakamura su campeonato IWGP Intercontinental en un choque al mejor de tres caídas en Ciudad de México, convirtiéndose en el primer mexicano en obtener la presea. Éxitos que aumentaron su interés en las oficinas de WWE y posibilitaron la firma de La Sombra por la empresa de los McMahon.
A las órdenes de Triple H pasó a ser Manny Andrade, hasta que debutó en televisión como Andrade ‘Cien’ Almas, un luchador latino que afrontaba su nueva etapa desenmascarado. En NXT TakeOver: The End debutó ante Tye Dillinger y a lo largo de su primer año su aportación en la marca amarilla fue discreta. Sirvió como sparring en el debut de Bobby Roode en NXT TakeOver Brooklyn II y participó sin éxito en la primera Dusty Rhodes Tag Team Classic junto a Cedric Alexander. Durante los primeros meses de 2017 se le vio más perdido, pues con indiferencia del resultado se pasaba la noche de fiesta.
Y ahí es cuando Zelina Vega entra en escena. Se interesó por él y le hizo ver –con un buen tortazo– que ella podía llevarle a cotas más altas y a conseguir sus metas. Aunque con ciertas reticencias por ser un livin’ la vida loca, las órdenes de Vega –y sus artimañas– propiciaron el cambio y se constató que esta segunda oportunidad había brindado una mejor versión de El Ídolo. El combate contra un todavía débil Johnny Gargano por la ruptura de #DIY sirvió de práctica para la escalada hacia el estrellato en la cartelera.
Con una extraordinaria manipulación y provocación hacia el campeón Drew McIntyre, el enfrentamiento con Andrade ‘Cien’ Almas en NXT TakeOver WarGames se convirtió en la primera prueba de fuego para el recién coronado.
La estrategia en el combate
El acoso y derribo cometido por Andrade ‘Cien’ Almas bajo las directrices de Zelina Vega en los semanales previos a NXT TakeOver WarGames consiguieron el propósito que tenían: desestabilizar al campeón Drew McIntyre y anularlo moralmente. Hecho una furia y en pleno uso de su fuerza bruta, el escocés estuvo en desventaja –por partida doble– durante toda la pelea.
La táctica de la mánager del mexicano pasaba por inutilizar cualquier respuesta de McIntyre a base de estratagemas –como esa siempre certera Hurricanrana– para la creación de espacios y distracciones que sirvieran de respiro para el contraataque de Andrade.
Por otro lado, era necesario que sobre el campeón cayese una lluvia de golpes que le impidiese retomar la ofensiva o recuperar el aliento, minando también su cuerpo. Para ello el retador debía llegar a la contienda en una condición física plena y concentrado en el objetivo, pues debía llevar el ritmo de la pugna. La guinda a este plan maestro vendría de las burlas del volador, que provocó al powerhouse de 1,96 metros en varias ocasiones con mayor o menor acierto. Caído en la trampa estaría a merced de El Ídolo, y así fue.
El hándicap fue demasiado para Drew McIntyre, que acabó cediendo por un DDT desde la tercera cuerda tras un intento errado de ejecutar el segundo Claymore de la noche, su único salvavidas. Y es en ese mismo instante, tras la tercera palmada, cuando se demuestra que el plan surgió efecto. La mayor prueba estaba en sus manos, en esos pesados kilos de oro. Fue entonces cuando cualquier atisbo de duda se disipó, reconoció la influencia de Zelina Vega en su trayectoria y agradeció la segunda oportunidad obtenida señalándola para que el público vitorease a la mente maestra del enfrentamiento.
La gran noche de Andrade ‘Cien’ Almas terminó en pleno éxtasis en lo alto de la mesa de comentaristas de Mauro Ranallo, Nigel McGuinness y Percy Watson elevando el campeonato mundial de NXT. Una noche que, desgraciadamente, supuso la última vez que Andrade marcó la diferencia.
El postcombate
La idea a partir del resultado en NXT TakeOver WarGames era continuar con el feudo Andrade-McIntyre, con un posible segundo reinado del gigante escocés. No obstante, la lesión en el bíceps izquierdo que sufrió aquella noche le apartó durante unos cuantos meses y no fue hasta abril de 2018 cuando sube al roster principal para formar una alianza con Dolph Ziggler, el primer paso de un largo camino para cumplir su destino como campeón mundial de WWE derrotando al final boss Brock Lesnar en WrestleMania 36.
La cara amarga de la historia es la del ganador de aquel pre main event. Tras dos defensas con nota ante Johnny Gargano –la última incluso costándole su carrera–, en NXT TakeOver: New Orleans Aleister Black le despoja su título tras 139 días de reinado. Subió también al roster principal y desafortunadamente a principios de 2019 pierde parte de su esencia: se queda en Andrade a secas.
A finales de ese año arrebató el campeonato estadounidense a Rey Mysterio en el Madison Square Garden, y entre medias fue suspendido 30 días por violar política de bienestar de la empresa, otro punto negro en su trayectoria. A los 151 días Apollo Crews lo derrotó en RAW, y aunque es más largo no es el más memorable de sus palmarés.
Resurgieron las desavenencias con Zelina Vega, quien le trajo los mayores honores, su unión con Angel Garza para aspirar a los títulos por parejas no terminó de cuajar por el choque de egos y la falta de compenetración entre ambos hizo que la oriunda de Queen abandonase a sus asociados. El que fuera el decimotercer mejor luchador en 2018 según PWI olvidó su legado y perdió su mejor versión, cayendo en el olvido en ambas noches del Draft de 2020.
¿Qué le traerá el futuro? La confianza en él está por los suelos y su nivel de inglés, a pesar de la dedicación desde su llegada a la empresa, nunca ha sido suficiente para tener un buen desempeño al micrófono. Con el mejor parche para esa carencia fuera de la empresa por problemas extralaborales, sus posibilidades de regresar como agente libre a dar un golpe sobre la mesa y revivir la machada se siente imposible.
Tal vez una unión con Charlotte Flair como power couple, su pareja a fecha de este artículo, le pueda llevar a cotas más altas y le devuelva a lo alto de la cartelera. Sin embargo, sus limitaciones en una empresa que exige dominio del inglés para convertirse en una estrella latina –podía haber sido la primera nacida fuera de Estados Unidos, a diferencia de Eddie Guerrero o Rey Mysterio– le posicionan con pie y medio fuera del imperio de Stamford.
Dejando de ser lo de hoy y con el mañana siendo una incógnita, El Ídolo queda a la espera de que el teléfono suene. La primavera se acerca y con ello la época post WrestleMania de despidos masivos. Pero siempre hay un plan B, como dice Triple H; solo para quienes se lo merecen.
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