La noche del viernes se materializaba el regreso de Zelina Vega a WWE, quien tras ser despedida llamaba a la sindicación de los luchadores. Otro salvador que, por méritos propios o por el rechazo de sus compañeros, da la espalda al movimiento
Independent contractors. En español, autónomos. Según el diccionario panhispánico del español jurídico, “persona física que realiza de forma habitual, personal, directa, por cuenta propia y fuera del ámbito de dirección y organización de otra persona, una actividad económica o profesional a título lucrativo, dé o no ocupación a trabajadores por cuenta ajena”. Los de WWE, por tanto, no lo son. La lucha por los derechos de cada trabajador va desde el primer intento por parte de Jesse ‘The Body’ Ventura hasta Zelina Vega, el tuit “I support unionization” –ya eliminado– y el contacto con el sindicato de actores SAG-AFTRA. Todo ello queda en el olvido: una vez más ha ganado el dinero.
La luchadora antes conocida como Rosita regresó esta semana a WWE para recibir de Sonya Deville la noticia de que será parte del combate con escaleras por el Money In The Bank femenino. Una confirmación tras meses de rumores, apariciones en el Performance Center y documentos internos en los que figuraba su nombre. Sorprende eso sí por la forma en la que salió, despedida por defenderse en la disputa por sus cuentas de Cameo y Twitch –de las que recibía más dinero que el ganado en la empresa–. El resto de sus compañeros, afectados igual que ella, aceptaron sin mucho rechistar después de unas negociaciones rotas con el mandamás.
Nuevamente, Vince McMahon consideraba que sus empleados se beneficiaban a costa de sus personajes en pantalla, cuando la realidad es que ninguno ha trasladado lo que se ve en Raw o SmackDown a sus pasatiempos durante la pandemia. Quiso control sobre ello, una parte del pastel y quien salió perdiendo es quien plantó cara. Pero la historia da un giro de guion y ‘La Muñeca’ vuelve al estante de WWE.
¿Qué pudo suceder para que se dé este desenlace? Zelina Vega no recibió apenas ofertas durante el periodo de la cláusula de 90 días de no competición. Solo Tony Khan, dueño de All Elite Wrestling, se posicionó a favor de su contratación, pero el interés no llegó a materializarse. Un mes antes de su vuelta al ring del Thunderdome, su esposo Aleister Black era despedido. Al igual que el neerlandés, también ha recibido disculpas y lamentos por parte de ciertos directivos. Por mucho que sus carreras sean independientes y puedan tener opiniones diferentes acerca de la compañía, es curioso que la forma en la que WWE decidió romper el contrato y los hechos recientes no condicionen su futuro en la industria.
Sea como sea, su figura como activista a favor de los derechos laborales ha quedado cuanto menos empañada. No tanto como su predecesor, David Starr. El luchador estadounidense fundó We The Independent junto al fotógrafo James Musselwhite con la idea de crear un espacio laboral más justo para sus compañeros, menos dependiente de dar el salto a una compañía grande para tener una estabilidad económica. Pequeños pasos como tener comida y agua en los vestuarios o metas mayores como un salario mínimo y un seguro médico han sido los objetivos para cumplir hacia la sindicación. Por otro lado, el dinero recaudado de la venta de camisetas se destinaba a cubrir deudas que los luchadores habían contraído.
No obstante, el movimiento se detuvo a raíz del #SpeakingOut. Una de las exnovias de Starr salió a denunciar los abusos y malos tratos que recibió de él y su carrera como luchador murió, dejando a We The Independent sin voz e inactiva. La fama obtenida de su desempeño en el ring, ideología socialista y su compromiso con los derechos laborales se los cargó porque fue incapaz de respetar los derechos fundamentales de sus parejas.
El periplo de Zelina Vega, cómo no, se parece más al de Jesse Ventura o Sgt. Slaughter. Ellos también se quedaron solos tras ir en contra de lo que su contratador mantenía como el statu quo de la lucha libre profesional. A finales de los años 80 Ventura alentó a sus compañeros de vestuario a no salir al cuadrilátero de WrestleMania II hasta que se les permitiera crear un sindicato.
Si conseguían que sus rivales de Jim Crockett Promotions hiciesen lo mismo, la misión se cumpliría. No lo hicieron. Hulk Hogan se chivó a Vince McMahon y los de Charlotte nunca dieron el paso. Volvería años después como gobernador de Minnesota, al igual que ha hecho Vega. Muchos han sido quienes se han mostrado abiertos y han hablado a favor de un sindicato de luchadores, como Bret Hart, pero nunca se han unido como tal para llevarlo a cabo.
El wrestling siempre ha sido una disciplina individualista. Hay una unión en el vestuario, hay un pacto con el compañero sobre el ring, pero siempre mirando por uno mismo. Chris Jericho y muchos otros ayudan a quienes lo necesiten con los costes de una operación o un entierro, nunca a través de un sindicato que provea de un seguro que cubra gastos médicos y una pensión cuando el cuerpo diga basta. Mediante una organización que luche por sus derechos y establezca ciertos puntos inquebrantables, la salud, la estabilidad económica y la libertad laboral mejoraría.
Pero es mejor tener más dinero ahora y gestionarlo que tener una paga mensual mientras gozas de buena salud más allá de los 60. Así lo han demostrado todos los falsos héroes del wrestling que acaban dando la espalda a un movimiento falto de liderazgo y organización. Porque no todo es lo que los grandes sufren. Ric Flair es quien es, además de por su talento, por todos los que hicieron su trabajo perdiendo ante él por un tercio de lo que él cobraba.
Los mal llamados jobbers, que en realidad son parte del midcard y que carecían de las habilidades necesarias para escalar algo más, personas que no han trascendido en la historia de la industria, aquellos que por mucho que ahorrasen en su momento llegaron justos al retiro. Como muchas otras en la sociedad estadounidense, donde tu esperanza de vida se mide por la cantidad de ceros de tu cuenta bancaria.
La pandemia barrió la escena independiente y dejó en bancarrota muchas promotoras con impagos a luchadores. En WWE el vestuario se redujo, despidiendo a luchadores hasta hace escasas semanas por unos recortes presupuestarios que cada vez son menos creíbles. Y no se hace nada. A veces parece que el wrestling no quiere salvarse, no quiere mejorar su situación.
La batalla es de los luchadores, el aficionado no puede hacer más de lo que ya aporta. El demócrata y fan del wrestling Andrew Yang dio alas para regularizar los contratos de las superestrellas de WWE, pero tras la elección de Joe Biden como presidente se esfumó, poniendo sus ojos Nueva York para preparar su candidatura a la alcaldía. Solo queda donar en cada GoFundMe, lamentarse y esperar que sea cierto que el talento actual goza de mejor salud. Es lo que hay.
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