La marca negra y dorada se embarca en una renovación de armario radical, apostando más por los nuevos talentos y revirtiendo ese oscurecimiento del set para traer la claridad a un proyecto que seguirá en manos de Triple H, pero no de la misma manera. De momento con una mayor implicación de Vince McMahon en la creación de las estrellas que recalen en Raw o SmackDown, se siente una regresión en NXT hacia aquella época en la que Sami Zayn y Adrian Neville copaban la programación, sin que las grandes estrellas de Pro Wrestling Guerrilla, Impact Wrestling y Ring Of Honor llegasen a poner su pie en los aledaños de un NXT TakeOver.
Una marca multicolor donde se entremezclará la veteranía de Tommaso Ciampa, Johnny Gargano, Samoa Joe, Io Shirai, Franky Monet y Ember Moon con la inexperiencia y la proyección de Bron Breakker, Von Wagner, Tony D’Angelo, B-Fab, Valentina Feroz y Elektra Lopez. Todo ello continuando con la preferencia por el sports entertainment presente desde que dieron el salto a la televisión, con segmentos divertidos, alivios cómicos y dos horas divididas en puro wrestling y sketches que derivan en combates.
En el reestreno de este llamado NXT 2.0 debutaron seis nuevas superestrellas, marcando el punto final al proyecto enseña de Triple H, quedando NXT UK como último reducto de la concepción inicial del yernísimo. A la espera de lo que suceda una vez vuelva a su puesto de trabajo, si el primer episodio de la siguiente era fue una aclimatación forzosa al producto o será la tónica habitual, encontramos en la renombrada marca multicolor un espacio en el que quienes eran habituales durante la guerra de los miércoles no tienen sitio.
Los previamente mencionados tendrán que decidir si querrán continuar en el programa de los martes en una posición no estelar o si se desharán de los miedos y darán el salto al roster principal. O si no, probar en las tierras lejanas, donde demostraron que merecían ser parte de los considerados grandes de su década. Algunos podrán mantenerse gracias a su rol como entrenador o en funciones de gatekeeper o de alzar a los recién llegados –como hace Dolph Ziggler–, pero las sillas están contadas. No sería extraño que de aquí a un año parte de los que hicieron grande a NXT estén despedidos o reasignados en Raw o SmackDown. El salario es alto, y quien desee disfrutar del wrestling como en la época pasada deberá arriesgarse.
Talento a medio hacer frente al consagrado en la nueva NXT
La internacionalidad por bandera, luchadores de segunda y tercera generación y atletas destacados en otras disciplinas que vienen a probar suerte en WWE sobre las condecoradas estrellas de las indies. Cantera sobre cartera: apostar por la creación de talento con el sello de la empresa por encima de sacar la chequera para fichar y evitar que otras compañías se los lleven. Al menos, convertirlo en algo esporádico y no periódico.
NXT es reconducida a ser el paso previo al roster principal, al ensayo y al error, al aprendizaje y a encontrarse a uno mismo. A jugar a lo que juegan en la absoluta, a ser una más pero con su toque personal, a ofrecer al espectador un lugar en el que descubrir gemas por pulir. Torna su confianza en quienes llevan el sello WWE, a pesar de que la inversión es más arriesgada, aunque dé pie a moldearlos a gusto.
Quedan muchas incógnitas por resolver más allá de si este primer episodio será la tónica habitual. ¿Qué sucederá con los NXT TakeOver? ¿Seguirán celebrándose, en la arena actual o en estadios de todo Estados Unidos? ¿Volverán las estipulaciones como el Wargames Match o el Fight Pit y los capítulos especiales? ¿Los combates serán cortos o tendrán una duración superior a los ocho minutos? ¿Es necesario mantener unos campeonatos secundarios dentro de un territorio de desarrollo? A medida que avancen las semanas conoceremos las respuestas.
Lo que sí queda claro es que la dualidad entre tercera marca y territorio de desarrollo está decidida. Triple H mantenía la balanza en perfecto equilibrio por mucho que en algunas semanas se inclinase más hacia un lado o hacia otro. Ha sido Vince McMahon quien supuestamente ha decantado la decisión hacia el lado derecho, rompiéndolo de paso, sin vuelta atrás.
La elección es polémica. Sin embargo, es la que mejor se ajusta a lo que WWE quiere. Con la batalla de los miércoles perdida, el cambio de mentalidad en la política de contratación, los numerosos casos de fracasos –o de no cumplir con las expectativas depositadas por el mandamás– de estrellas de NXT en el roster principal, el proyecto de expansión internacional matado por la pandemia –y porque no lograría establecerse en fortines como Japón o México– y con Triple H perdiendo poder dentro de la empresa en favor de Nick Khan, era inevitable replantearse el modelo de la marca negra y dorada y entender que no servía para su propósito inicial como filial del plantel principal.
La compañía convirtió el Performance Center en un desván donde almacenar luchadores que en la competencia podían marcar la diferencia. La tendencia era la errónea –aunque no sería de extrañar que en unos años vuelva a repetirse–, y el presidente consideró que se destinaban demasiados recursos en una dinámica que no beneficiaba a nadie. WWE puede permitírselo, pero es tirar el dinero: si están en dos mercados diferentes, sabotear al contrario carece de sentido. Además la escena independiente, cual mala hierba, volvía rebrotar con flores nuevas a pesar de cortar las plantas y esparcir sal en la tierra.
Vince McMahon ha puesto sus ojos en NXT, más de lo que hacía antes, y lo que ha visto no le ha agradado. Este primer episodio, con sus pros y sus contras, lanza a la piscina al espectador antes siquiera de que pruebe el agua. El logotipo será distinto, habrá caras nuevas y la balanza estará rota, pero una vez se responda a las preguntas, Triple H vuelva a su puesto y la maquinaria esté rodada, el alma de NXT volverá a resurgir. Tal vez no tan intensa, pero sí con la calidad y espectacularidad en el cuadrilátero, que siempre han sido las señas de identidad.
Lo importante son las historias que se cuenten entre las doce cuerdas y el jazz que toquen entre los protagonistas. Nada más.
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