Recuerdo aquel año a la perfección. Hacía poco tiempo que ese espectáculo loco titulado ‘Pressing Catch’ había vuelto a nuestras pantallas, a nuestras casas. Aunque en mi caso, y quizá también en el tuyo, se trataba de algo totalmente novedoso. Acabo de caer en la cuenta: desconozco tu edad, estimado lector. Quizá pertenezcas a esa generación que ya había vivido de cerca y con ilusión la primera ola de wrestling que llegó al país. Y la llamo ola porque es curioso que así como las olas de mar vienen y van con la marea, el wrestling en España siempre ha funcionado de una manera muy similar.
Si pertenecemos a la misma generación, estoy casi seguro de que desconocías que ese producto ya había triunfado aquí hacía poco más de una década, y también estoy casi seguro de que conocías a alguien mayor que tú que con alegría te recalcaba que todo eso era un teatro y te preguntaba si el Cariñoso, los Sacamantecas o el Último Guerrero seguían formando parte de ello. Y en aquel momento, lo más probable es que te encogieses de hombros; tú solo conocías a un tal ‘Mr. Gorritis‘, a ‘el hombre que se tragó un perchero‘ y a un enmascarado que hacía piruetas inimaginables.
Supongo que los pocos fans acérrimos y entendidos del wrestling que habían seguido el producto con dificultad entre los años de Telecinco y los de Cuatro debieron sentir ternura, rechazo o un poco de ambas cosas al ver a toda mi generación tan ignorante e inocente, idolatrando todos aquellos motes y el enfoque risueño del formato en plena Ruthless Aggression. Pero éramos pequeños e inmaduros, tanto como los niños que vieron a Hulk Hogan en Telecinco y los que vieron a Roman Reigns en Neox, y por tanto era lógico que fuésemos totalmente ajenos al trasfondo del wrestling. En cualquier caso, creo que descubrimos todo este mundo en un buen momento: paulatinamente pudimos observar, aprender y formar opiniones por nuestra propia cuenta y sin ningún tipo de presión social, cuando Internet era un pasatiempo agradable y poco tóxico.
En el colegio, conversaciones monotema. Tratar de hacer saber a los compañeros quién era nuestro favorito, imitar gestos y poses, intercambiar cromos o ‘lamincards’, repetir las ingeniosas e inolvidables frases, expresiones y reflexiones que dejaron Héctor del Mar y Fernando Costilla… el pan de cada día. En casa jugábamos con nuestras figuras, pedíamos ir a Toys «R» Us para que nos regalasen una nueva figura bajo cualquier pretexto relacionado con el colegio o los extraescolares, sintonizábamos Cuatro cada sábado y domingo a las 11 de la mañana para ver Humor Amarillo y Pressing Catch, y recibíamos algún que otro comentario acerca de lo inadecuado que podía ser para nosotros consumir wrestling a nuestra edad.
Y si no querían caldo… tomaron dos tazas. Y tres. Y cinco. Y hasta siete.
Llegó el verano de 2008. Las televisiones jóvenes (y las no tan jóvenes) nos vieron a ti y a mí famélicos, deseosos de consumir más y más ‘Pressing Catch’ ahora que empezaban nuestras vacaciones. Y decidieron llevarnos a comer a un buffet libre. Éramos una generación muy joven intentando comprender un mundo llamado WWE, y la televisión nos mostró que además había vida en otros planetas.
Primero llegaron unos luchadores bastante ágiles, que peleaban sobre un ring muy particular y aparecían en escena rodeados de láseres y humo. A veces, los comentaristas (tuve el honor de charlar con uno de ellos para turnheelwrestling posteriormente) decían palabras muy raras como Enzuigiri, Lariat o Neckbreaker, pero poco a poco entendíamos de qué estaban hablando. En ocasiones, en ese universo paralelo nos encontrábamos con Jeff Hardy, King Booker y muchos más. Y junto a ellos luchadores desconocidos pero llamativos, como AJ Styles, Jeff Jarrett o Monty Brown, y estipulaciones que no acostumbrábamos a ver en Cuatro.
Me acuerdo de que poco después empezamos a poder ver ambientes muy variopintos. En Telecinco, la casa que había traído aquella primera ola de wrestling a España, optaron esta vez por llevarnos a dar una vuelta por Japón; concretamente para descubrir Michinoku Pro Wrestling. En Veo Televisión pudimos ver shows de CMLL y comprender que la lucha libre es patrimonio en México. Eurosport apostó por acercarnos un poco de ambos países a la vez, añadiendo shows de NJPW y AAA a su programación.
Buf, ¿te acuerdas de que incluso Andrés Montes llegó a narrar wrestling? Power Catch se llamaba, eran shows de Nu-Wrestling Evolution (NWE). Aquí fue donde descubrí quién era ese Último Guerrero del que los mayores me habían (o habíais) hablado. También se trataba de una especie de universo paralelo, porque Chris Masters luchaba allí. Vinieron a España, pero mucha gente se sintió engañada y eso causó polémica. Yo tuve suerte porque me pillaba lejos y no pude ir… ¿Tú llegaste a ir? Espero que no fuese para tanto.
Eran buenos tiempos, la verdad.
No sé tú, pero yo recuerdo sentir mucha pena cuando, de la noche a la mañana, muchas de esas retransmisiones abandonaron la televisión de España. Sentí que no iba a volver a ver nunca más el ring de seis lados, los láseres, el público mexicano y japonés, al Último Guerrero… como si se tratase de los amigos que hacíamos en las vacaciones de verano. Quizá las televisiones pensaron que teníamos un empacho, que el buffet estaba saliendo caro, o que las clases y los extraescolares iban a ser un problema. Además, llegó un punto en el que los compañeros de clase (excepto uno o dos) ya no intercambiaban cromos, ni imitaban gestos y poses, ni repetían los comentarios de Del Mar y Costilla.
Y a ti y a mí, estimado lector, quizá esa estampida general nos hizo pensar que el ‘Pressing Catch’ no tenía por qué formar parte de nuestras vidas nunca más. Pero ya sean los foros, las E-Feds, los portales de noticias, YouTube, Twitter o cualquier otro motivo en la vida, algo nos mantuvo en contacto con este mundillo que sentimos tan nuestro. A nosotros y a mucha más gente de la que podíamos imaginar.
Y… ¿Sabes qué? Ojalá sigamos en contacto con el wrestling siempre. Para recordar con cariño la primera ola de wrestling que mojó nuestros pies, para aprender a disfrutar en compañía las horas de marea baja, y para celebrar junto a próximas generaciones las olas que estén por venir.
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