¿Qué sucederá cuando no tengas tiempo para tus aficiones? ¿Cómo cambiará tu forma de consumir wrestling? Karrion Kross te pone ante la inevitable situación de no poder disfrutarlo como lo hacías en tu juventud
Hace unos días Edge se presentó en NXT en su travesía por las tres marcas para decidir ante quien validaría su oportunidad titular lograda en Royal Rumble. A su salida se encontró con Karrion Kross y le avisó de que él sería su rival si elige el campeonato mundial de la marca amarilla para su combate en WrestleMania 37. Un segmento que no sería nada halagüeño si se tratase de otra superestrella, pero en el caso del aliado de Scarlett, dentro de esa coalición entre la profetisa y la personificación del reloj del Apocalipsis, más que un pronóstico es un spoiler (si nada arruina la historia, claro).
Pero hay algo diferente además en este momento. Hay una sensación extraña en lo que esas palabras transmiten. Dentro de esa representación de lo inalterable que es el futuro (o el destino) el mensaje se siente personal: «vas a formar parte de los rezagados». ¿Qué pasará cuando ese tiempo llegue?
La gran mayoría de los aficionados al wrestling llegamos a esta afición a través de WWE y en una edad muy temprana, entre la niñez y la adolescencia. Algunos se quedan, otros se van, pero el punto de entrada lo marca la empresa de Vince McMahon. A estas edades el tiempo libre es inmenso, lo que propicia que sea sencillo seguir cualquier empresa que llame la atención. No obstante, a medida que cumplimos años las obligaciones y las metas crecen: entramos en el mercado laboral, por ejemplo.
Un trabajo exige de ti unas cuantas horas de dedicación –que parten de tu tiempo libre– a cambio de un salario. Tic-tac, la primera llamada del reloj del Apocalipsis de Karrion Kross. Ajustas tus preferencias, cambias algunos hábitos y consigues mantener la afición dejando de ver los shows en directo, aplazando ciertos visionados o reduciendo el seguimiento de una empresa a highlights o a la lectura de la cobertura.
Y llega el primer miedo, un miedo que proporciona esa desconexión con la ultimísima actualidad que representa WWE o cualquier empresa con shows semanales. Al otro lado del espectro se encuentran las independientes, con la libertad que ofrecen al no marcarte una exigencia tan alta para estar al día. Un tiempo requerido que aprieta pero no ahoga, que te pide pero nunca te devuelve. Así es el negocio, con numerosas horas a lo largo del año sin descanso, sin season finale. Entre cinco, siete o nueve horas a la semana solo por seguir la mayor compañía de entretenimiento deportivo.
La segunda llamada llega más adelante. Una vez que has dedicado años al trabajo y con la rutina semanal grabada en tu cabeza, surgen otras situaciones que hacen tambalear la forma de consumir wrestling. Al igual que con el empleo tu situación sentimental se fortifica y pasas más tiempo con tu pareja u os planteáis tener una familia. Cuando llegan los niños tu atención pasa completamente a ellos hasta que tienen la suficiente independencia para valerse por sí mismos.
El tiempo se reduce más y más, y acabas sacrificando tus horas de entretenimiento para adecuarte al nuevo estatus. Y cuando quieres darte cuenta el tiempo perdido es irrecuperable. Ya no ves los shows semanales y te quedas con los especiales y los PPVs. Te sigue gustando, pero ya no lo vives igual; eliminas visionados y combates y te quedas atrás con la actualidad. Pasas de estar en la primera fila a casi las gradas. Ya estás aquí, ya estás atrás. Bienvenido. Tic-tac, la segunda vez.
Sucede algo similar con aquellos que aquí en España ven la NBA; incluso tienen su propio Karrion Kross. Trasnochadores y valientes como aquellos que ven los PPVs en directo, o consumidores del desayuno con los primeros tantos de los Lakers en diferido si eres un ‘cobarde’. Según vas madurando y teniendo obligaciones dejas atrás parte de tu pasión para afrontar tu nueva vida. Te quedas dormido en la noche mágica de Luka Dončić o te pierdes el séptimo partido de la final y no lo puedes ver hasta pasados unos días.
Y es aquí cuando te das cuenta de la fortuna de los estadounidenses, que llegan de trabajar y tienen un show en la tele o en su zona tienen una velada los viernes con luchadores y luchadoras locales. Aunque la televisión y las pantallas corran a la velocidad de la luz, fuera del marco la realidad te da la mano y te acompaña en tu entretenimiento favorito.
En España, lejos de Madrid y Barcelona (y casi ni allí) no sucede. Si al menos nos pareciéramos a los británicos e irlandeses las consecuencias serían livianas.
Karrion Kross es el fantasma de las Navidades Futuras, el agente que te muestra el yermo en el que se convertirá tu fértil terreno sin que puedas remediarlo, porque tarde o temprano deberás eliminar parte de la forma en la que vives tu pasión con todas las secuelas que eso conlleve. Estás obligado a ello, pues es como Thanos, inevitable.
Es el anhelo de una época pasada donde tu tiempo valía menos pero eras más rico; el recuerdo del noviazgo con tu amor, ahora que te sumes en la monotonía del matrimonio. Porque en un mundo a la carrera que exige el aquí y ahora todo se reduce al tiempo, y de momento los días solo tienen 24 horas. Tic-tac.
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