Quiero ser como Vince McMahon

La representación de un hombre hecho a sí mismo, que ha alcanzado los sueños del americano medio gracias a su buen hacer y su gran manejo de una empresa bajo los constantes ataques de los medios de comunicación en sus campañas antitrumpistas y antirrepublicanas

Quiero ser como Vince McMahon

¿Quién no querría ser como Vince McMahon? En un mundo en el que puedes ser tu propio jefe y vivir de bienes pasivos invirtiendo 500 euros en Amazon, el magnate de la lucha libre americana deja patente que todas las decisiones tomadas han servido para catapultar su imperio más allá de la industria de las doce cuerdas. Hecho a sí mismo gracias a la creación de la empresa Titan Sports y adquirir en 1982 la compañía hermana de su padre, Capitol Wrestling Corporation, el hijo de Vincent J. McMahon ha logrado durante los últimos cuarenta años mantener vivo el legado de una forma de entretenimiento en visos de morir allá por los noventa, reformulando la tradicional manera de contar historias para incluir atractivos feudos y vistosos combates. Un visionario único que ha expandido su negocio allá donde ha querido, consiguiendo la consolidación de sus dos marcas principales, Raw y SmackDown, así como NXT 2.0 y NXT UK.

Sin embargo, su marcado republicanismo y su amistad cercana con Donald Trump ha reabierto el cajón de los horrores por parte de sus detractores. Hace casi un mes, el Wall Street Journal destapaba que el director ejecutivo había desviado 3 millones de dólares del capital de WWE para silenciar a una empleada con la que tuvo una aventura, con quien también mantenía encuentros con John Laurinaitis, director de relaciones con el talento y hombre de su círculo cercano. La decisión que tomó el valiente multimillonario de 76 años, que levanta más de 450 kilos en sus rutinas de madrugada, fue abandonar su cargo y delegar el trabajo a su hija Stephanie McMahon hasta el final de las investigaciones. Un nuevo hito para las mujeres de Estados Unidos.

Pero su figura televisiva no se alejó de las pantallas, y en los dos siguientes eventos de SmackDown y Raw apareció para dejar claro que una denuncia falsa –según aseguran los usuarios de Truth Social– no le haría caer del trono esculpido con sangre, sudor y lágrimas. Los vítores de los aficionados de Minnesota y Nebraska arroparon a un hombre golpeado (pero no hundido) en el enésimo intento de las fake news de convertirle en otro mártir de la cultura de la cancelación. Aunque este no ha sido el primero.

Años atrás, cuando su popularidad crecía en la Attitude Era, los escándalos surgidos como el caso de los esteroides, la muerte de Chris Benoit y su familia, Eddie Guerrero, Brian Pillman y Owen Hart provocaron el revuelo suficiente para implicar al mandamás en situaciones concernientes a sus luchadores y empleados, de los que él no podía ser consciente. Su responsabilidad en los sucesos y su inocencia quedó demostrada en el veredicto del juicio ‘Estados Unidos contra Vince McMahon’ acerca de la distribución de los suplementos, que fue llevada a cabo por el gobierno del demócrata Bill Clinton.

La historia de las supuestas alegaciones de conducta sexual indecente e infidelidad no acaban aquí, y esta semana el Wall Street Journal ha vuelto a airear asuntos del pasado. Igual que lo hizo la exárbitra Rita Chatterton en el New York Magazine, el WSJ ha vuelto a la carga asegurando que Vince McMahon habría pagado 12 millones de dólares en los últimos 16 años a cuatro mujeres –una exluchadora, una exmánager y dos extrabajadoras de WWE, una de ellas la conocida el mes pasado– para silenciarlas y evitar futuros problemas legales. Entre ellas habría una ex Diva que recibió 7,5 millones para acallar sus encuentros tras coaccionarla a que le diera sexo oral y que, al no acceder a continuar con el affaire, fue relegada y negada la renovación contractual en 2005. Ninguna de estas acusaciones debería sorprender cuando estamos ante un hombre receloso que prefiere mantener en privado sus aventuras y que puede conseguirlo gracias a su economía. Su único delito en todos estos años ha sido tener el corazón demasiado grande.

Sus grandes conquistas de las luchadoras más sexys de la pantalla, como Trish Status, Torrie Wilson, Candice Michelle, Stacy Keibler o Sable, y su semi intento de iniciar una historia incestuosa con su hija Stephanie, de 24 años, allá por los 2000, desdibuja la línea entre la realidad y la ficción para convertirse en la envidia del aficionado más leal al producto de los McMahon. Sobre todo sabiendo que, como buen hombre que la fama le persigue, ha sustituido en la privacidad a su esposa Linda, de 73 años, quien no ha aguantado el trote de su cónyuge y ha recurrido a una relación distante para satisfacer sus necesidades más primarias, siguiendo el ejemplo del rey emérito Juan Carlos I y su esposa Sofía.

El director ejecutivo de WWE ha cumplido el sueño americano y es objeto de deseo por muchas mujeres por su rebosante pasión. Sin embargo, la izquierda mediática, celosa del triunfo de un hombre que lo ha logrado todo, quiere hundirle con asuntos que solo inmiscuyen a las partes responsables. Además, estas mujeres adultas aceptaron la relación en su momento y se han llevado un buen pellizco de su ‘víctima’. Y él, en la valentía que le caracteriza para afrontar este tipo de situaciones, no se ha escondido, ni en sus shows ni en la última velada de UFC. «Solo quería recordaros las cuatro palabras que acabamos de ver y que llamamos ‘la firma WWE’. Esas cuatro palabras son Antes, Ahora, Para Siempre, y la más importante, Juntos. ¡Bienvenidos a SmackDown!». ¿Quién no querría ser como Vince McMahon?

Notas del redactor: este artículo es una mera exposición de los argumentos que ensalzan una figura corrupta que, gracias a haber amasado dinero y poder a lo largo de los años, ha conseguido esquivar toda posibilidad de caer en la infamia tras cada polémica surgida. No representa la opinión del autor, ni de ningún colaborador, ni de TurnHeelWrestling.


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