La visibilidad e inclusión en el wrestling

La escena independiente acoge a varios luchadores y luchadoras LGBTIQ+ entre sus filas, pero en las grandes ligas ese espacio se ve reducido a algunos rostros reconocibles y oportunidades cuando llega el mes de junio. ¿Cuándo se contará de verdad con una representación que no sea puramente comercial?

Quedan escasos días para terminar el Mes del Orgullo en Estados Unidos, 30 días de visibilidad, y este ha sido un año un tanto descafeinado en cuanto a representación de la comunidad LGBTIQ+ en la programación semanal del wrestling. En el caso de WWE, se han limitado a realizar una campaña por redes sociales con varios fotógrafos y a usar a Sonya Deville ­­­­­­­­­–una de sus pocas caras homosexuales– para un anuncio de USA Network. El spot publicitario es bastante significativo, normalizando su ‘salida del armario’ en su aparición en el casting de Tough Enough, una situación provocada por el nerviosismo donde responde sincera si está en una relación o no. «Tengo pareja. No tengo una esposa todavía pero sí una novia. Christina, te quiero (…). ¡Esto es como mi fiesta de salida del armario! ¡Wow! Estoy sudando un poco…», asegura sin tapujos la primera luchadora abiertamente lesbiana de WWE.

La empresa ha encontrado en la de New Jersey una embajadora idónea, pero al igual que en otras ocasiones eso no es un motivo para darle el campeonato o evitar su despido. Fred Rosser, Darren Young en WWE, incluyó en su personaje su orientación sexual una vez hizo público que era gay. Sin embargo, sus apariciones esporádicas no ayudaron a que su trabajo lejos del cuadrilátero se viera en televisión, y acabó fuera en 2017. Ha mejorado sobre el ring y ha continuado con su labor con el movimiento #BlockTheHate, pero ya con una exposición menor –aunque anoche se convirtió en el segundo campeón Openweight de NJPW STRONG–.

Poco a poco la compañía del entretenimiento deportivo ha intentado recuperar terreno, pero en la actualidad, después de olas de despidos bajo la pandemia, reestructuraciones en el seno de la cantera y una mayor inyección de dinero por parte de Arabia Saudí, la representación está bajo mínimos y apoyada sobre algunos aliados, como Finn Balor, a quien junto a Sonya Deville permiten vestir la bandera arcoíris en el magno evento de WrestleMania. Aunque, todo sea dicho, vuelve a ser bastante esporádico y circunstancial.

La NXT de Triple H ofrecía un cambio en la tendencia, mostrando con orgullo a cuatro luchadores gaylesbotrans hace solo un año, para que a los pocos meses fueran liberados de sus contratos. La orientación e identidad sexual no debe asegurar un trabajo, pero si tu objetivo es presentarte como una empresa abierta, inclusiva y diversa, debes cuidar los detalles. Incluso, merecen tener una oportunidad de crecer en el cuadrilátero y ser campeones más allá de junio –o de octubre si hablásemos de los afroamericanos en Black History Month–. Sin exposición y minutos no hay progresión que valga, y prueba de ello es NXT 2.0.

Ni siquiera han utilizado la ocasión para hacer debutar a Quincy Elliott en la marca multicolor, que se acerca al queer de Velveteen Dream –sustituyendo la base de Prince del infame por un Viscera sin tapujos– y es miembro de la comunidad LGBTIQ+. Con mesura puede usarse el mes para aupar a cierto talento, pero no convertirlo en norma o en algo exclusivo. Aprovechar y no capitalizar. Al menos ese deseo de «integrar historias LGBT» quedó en agua de borrajas…

En una industria donde el estereotipo impera y más en una compañía donde la polémica vende –desde Liv Morgan lesbiana a Billy y Chuck casándose solo para que en ambos casos abandonen sus personajes gays a los meses–, crear personajes en base a una orientación o identidad sexual no puede servir como ejemplo inspirador a una comunidad maltratada durante años. Puede ser útil para aderezar el contenido, siempre que el luchador o la luchadora esté de acuerdo y tenga cierto control creativo (y la última palabra), pero nunca como molde del que partir.

La visibilidad e inclusión en el wrestling
AEW

AEW, mayores en número pero mismo problema

All Elite Wrestling, al igual que WWE con Doudrop, Sonya Deville o Shayna Baszler, tiene en sus filas a luchadores de la comunidad LGBTIQ+. Anthony Bowens, Toni Storm, Mercedes Martinez o Sonny Kiss son algunos de ellos. Quien mayor éxito ha logrado ha sido Nyla Rose, mujer nativa, bisexual y trans que se convirtió hace dos años en la segunda campeona femenina de la empresa de Tony Khan. Su identidad solo ha importado a quienes la criticaban y su personaje ni el de sus compañeros gira en torno a su orientación o identidad. No obstante, más allá de ser una de las principales heels de la división no ha tenido mayor recorrido.

Tanto AEW como la ahora dirigida por Stephanie McMahon adolecen de talento que esté en la terna por ser la cara de la empresa. Desde Jacksonville Sonny Kiss tenía algunas palabras al respecto: «me gustaría ver que todos los atletas profesionales de la comunidad son impulsados a lo largo del año y no solo en el Mes del Orgullo». Asimismo, quiso aclarar su mensaje:

«Creo que se ha tergiversado diciendo que ‘la gente debería ser impulsada porque es LGBTQ’ en lugar de basarse en sus méritos. Hay mucha gente, trabajadores en AEW, WWE, en todas partes que lo están petando. En la escena independiente tienen una multitud de increíbles trabajadores LGBTQ. Estoy diciendo que debemos ser contratados todo el año porque somos talentosos y podemos cumplir en el ring y resultar que somos LGBTQ, y no sólo usarnos para el Mes del Orgullo».

A pesar de las alabanzas a Tony Khan en la entrevista, la realidad es que desde su fichaje durante los primeros pasos de la promotora no ha sido parte de ninguna historia destacable ni se recuerda ningún combate llamativo. Sus apariciones en el show menor AEW Dark y AEW Dark Elevation responden más a una forma de dar sentido a su nómina más que de avanzar en un objetivo profesional. Teniendo en cuenta lo que sucedió la última vez que se criticó al mandamás, tal vez Sonny Kiss esté contento con su posición mientras que gente de su comunidad forme parte de la cartelera, sin importar el rango.

GCW

Indies y empresas menores, libertad total para la visibilidad

El wrestling ha sido durante años un refugio para personas que, de haber tenido un smartphone en sus carreras, los aficionados habrían tenido una visión diferente de ellos. Los problemas de ego, el machismo y la testosterona reinantes, los abusos del alcohol y las drogas y, por supuesto, la intolerancia hacia lo no normativo han copado los vestuarios bajo una cultura de matones. Casos como el de Chris Kanyon, que ocultó su sexualidad hasta el retiro, dejan claro que se ha avanzado mucho para los luchadores y luchadoras LGBTIQ+, pero todavía queda mucho en lo que trabajar.

La cuna de las estrellas del futuro, la escena independiente y las empresas menores, demuestran la amplia aceptación en un espectáculo deportivo donde solo el guion dicta la desigualdad. Los Big Gay Brunch del luchador homosexual Effy han servido como escaparate del gran talento oculto en la base de la pirámide, con participación del español Carlos Romo en la edición de este año. Edith Surreal, Pollo del Mar, ASUKA (Veny), Jamie Senegal, Charlie Morgan… piezas de una lucha libre adaptada a su tiempo que está cada vez más cerca de la inclusión que profesa en cada combate intergénero.

Recientemente, la luchadora de Impact Wrestling Gisele Shaw hacía público que era una mujer trans. A sus 33 años, no fue hasta cumplir los 21 cuando comenzó su transición, y la aceptación recibida choca con el trato vejatorio a personas LGBTIQ+ por parte de compañeros y directivos hace apenas dos décadas. En México los exóticos como Pimpinela Escarlata o Cassandro han dignificado sus posiciones y convertido en una tradición que continúa hasta nuestros días, pero que su estilo estereotipado y chistoso pone en duda su aceptación total.

La visibilidad del colectivo gaylesbotrans debería superar la barrera del mes de junio y extenderse a los doce meses del año, convirtiéndose en algo natural más que en una acción comercial de las grandes empresas. Cada vez ocupan más tiempo en pantalla y poseen más campeonatos, pero todo se reduce a posiciones de media-baja tabla y cinturones de la escena independiente.

Aunque no existan «techos de cristal» en opinión de Sonny Kiss, todavía queda un largo camino que recorrer hasta ver a una persona gay o trans realizando todo el recorrido hasta convertirse en una megaestrella del panorama. ¿A qué espera WWE para coronar a Sonya Deville? ¿Cuándo veremos a Nyla Rose de nuevo con un cinturón? ¿Tendrá Effy una oportunidad por el título absoluto en AEW? ¿Cuántos años deberán transcurrir para encontrar al primer luchador trans firmado por una major? Se han logrado hitos, pero todavía no se han alcanzado los más importantes. No puede terminarse en cuanto lo alcanza el primero.


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