Llevamos ya tres meses en la era bermellón de Stardom. Syuri logró imponerse ante Utami Hayashishita y se adueñó de su tan ansiado campeonato rojo. 35 minutos de batalla en el evento principal de Stardom Dream Queendom 2021 que bien resume los años de batalla de las luchadoras por hacerse valer en un mundo dominado por los hombres. Y para ello, solo hay que fijarse en el viaje de la nipón-filipina hasta convertirse en la máxima competidora de la empresa. Una historia de superación ejemplar.
Comenzó su carrera en 2008 como KG (Karate Girl) en Hustle, la compañía del ‘Generalissimo’ Nobuhiko Takada, donde se intentaba importar el estilo de entretenimiento deportivo de WWE en Japón. Unos años más tarde continuaría bajo su nombre real en otras federaciones, buscando un mayor reconocimiento a través de mejorar sobre el ring y mostrando un aspecto más trabajado. Entrenó en artes marciales, consiguió campeonatos e incluso lo intentó en las artes marciales mixtas. Ganó encuentros de kickboxing, shoot boxing y hasta disputó combates en UFC, pero nada de eso la colocaba en el pedestal que merecía. La atención se tornaba hacia otras luchadoras, algo que provocaba que envidiase a todas aquellas que estaban en la posición que ella debía ocupar.
No fue hasta su llegada a Stardom en 2020 cuando su camino hacia el estrellato se tornó nítido. Aunque su primera aparición fue en enero, no firmó con la empresa de Rossy Ogawa hasta octubre, después de salir derrotada de su enfrentamiento con Mayu Iwatani por el Campeonato World Of Stardom. En un entorno más competitivo y con la madurez de una experimentada luchadora, Syuri se encuentra en la cresta de la ola tras años de ostracismo y por fin ha demostrado a la industria y a ella misma lo capacitada que está. Su debut en la nueva facción Donna Del Mondo, liderada por Giulia, marcaba ese deseo de no solo ser la mejor del planeta, sino también cambiar el statu quo.
Un estado de la industria donde la mujer ha estado por detrás de sus compañeros hombres durante años. Si echamos la vista atrás, cuesta encontrar luchadoras del siglo pasado que hayan trascendido hasta la actualidad y que no hayan sido conocidas principalmente por ser las protagonistas de unas prácticas ciertamente humillantes que exigía el guion por alimentar las fantasías de los aficionados. Alundra Blayze, Mae Young, The Fabulous Moolah y Chyna son los nombres más destacados que cumplen con el significado estricto de luchadora.
La historia cuenta que hasta 2008 –con la división femenina de TNA/Impact Wrestling– el trato a la mujer, fuera profesional de forma estricta o como atractivo para vender entradas, dejaba mucho que desear. La hipersexualización, la falta de libertad luchística, las historias estereotipadas o la posición paupérrima en la cartelera estaban a la orden del día, y aunque algunas destacaron en el proceso y crearon el legado para que la revolución femenina sucediera, hizo que la explosión del mal llamado wrestling ‘femenino’ –no tiene nada diferencial respecto al masculino– se retrasase hasta 2015. No es de extrañar que abundaran las valets y el razonable éxito de GLOW a mediados de los ochenta.
En Japón la situación era muy distinta, pero quien marca el tempo en la industria es Estados Unidos por ser potencia mundial y país influyente en la cultura del resto del mundo. Bull Nakano, Lioness Asuka, Aja Kong y Manami Toyota son algunas de las leyendas niponas, que después pasaron a ser Asuka, Meiko Satomura y Emi Sakura, entre otras. No obstante, la escena boyante de los noventa y principios de los 2000 fue perdiendo fuerza a lo largo de los años, quedándose en pequeños reductos con fans leales. Los combates, eso sí, eran puro wrestling profesional. Stardom es la empresa más conocida fuera de la isla, aunque son varias las que conforman el organigrama.
Si algo tiene de peculiar esta promotora es que a primera vista puede pasar como un espectáculo deportivo kawaii. Nada más lejos de la realidad. Dejando a un lado la venta de fotografías en bikini, los vestidos de Cenicienta y las facciones más dulces, los enfrentamientos suelen ser parejos, donde las participantes despliegan todo su arsenal para demostrar ser dignas de la victoria. El Syuri vs Utami Hayashishita de Stardom Dream Queendom 2021, igual que el de Tokyo Dream Cinderella Special Edition, es una buena prueba de ello.
Por lo tanto, en la generación actual se cae en los arquetipos de tiempos pasados, pero la sensación general es de ir rompiendo la barrera poco a poco. Con la adquisición de Stardom por Bushiroad en 2019, la compañía ha celebrado combates de exhibición en varias ediciones de NJPW Wrestle Kingdom, ganándose algunos adeptos y aprovechando este tiempo de pandemia para abrirse al mundo como una de las mejores en la industria del wrestling profesional en cuanto a calidad luchística se refiere.
Cuesta quitar el sambenito del wrestling femenino, incluir a mujeres dentro de un ranking de luchadores y que ellas rompan con el techo de cristal impuesto. En Estados Unidos la imposición va cayendo a base de buenas historias, talento sobre el cuadrilátero, tiempo en televisión y personajes desarrollados que se abren a la cultura popular. En Japón la revolución nunca llegó porque no hizo falta porque siempre han tenido una escena femenina distinguida en el país, aunque quieren seguir creciendo con una plantilla repleta de luchadoras fuertes y resilientes, atrayendo miradas del otro lado del charco para que sean reconocidos como la mejor, si no una de las mejores, empresas del mundo.
El wrestling ejecutado por mujeres va ganando el respeto que merece después de décadas de desprecio tanto de una industria hegemonizada por hombres como de los seguidores del deporte espectáculo que se levantaban de sus asientos para acudir al baño. La era bermellón promete ser una de las mejores de la historia de Stardom, una en la que alcance cotas más altas encabezados por la campeona Syuri. Porque es hora de que ellas, las de todo el globo, también sean las dueñas del mundo.
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