NXT 2.0: ¿proyecto fallido?

La marca de desarrollo y cantera de WWE, NXT 2.0, está cerca de cumplir su primer aniversario desde su reestructuración. En los diez primeros meses de vida se ha deshecho de los luchadores del ‘We Are Not Your Kind’, ha perdido a todos sus grandes veteranos y ha apostado por un programa basado en el espíritu de ‘American Pie’, con más personajes que luchadores. ¿Es este el camino correcto para formar a futuras superestrellas?

NXT 2.0: ¿proyecto fallido?

El 14 de septiembre se cumple un año del primer episodio de NXT 2.0. Más luminoso, vivaz y multicolor que el show de los miércoles vanguardista y centrado en la lucha, su apego actual a una fórmula basada en los mayores atractivos de la televisión –todo lo propio de una comedia adolescente– y a una supuesta transición menos marcada hacia el roster principal lo convertirían en la mejor cantera emitida por WWE. Sin embargo, de los frutos vistos en los diez meses de vida no aportan la madurez suficiente para ser recogidos y aprovechados en Raw o SmackDown, y aquellos que ya lo están parecen echarse a perder uno tras otro ante la falta de planes en las grandes ligas. Son varios los que están en una marca que se les queda pequeña, con rivales que no son capaces de aguantar el ritmo de hombres y mujeres como Carmelo Hayes, Santos Escobar, Io Shirai, Alba Fyre, Cameron Grimes, A-Kid (pronto Axiom), JD McDonagh, Sarray… y la lista sigue y sigue.

De aquella limpieza para dar hueco a una nueva hornada ha resultado en despidos y ascensos prematuros que no hacen ningún favor a ninguna de las partes. Ciampa, Xia Li, Aliyah y Gable Steveson –quien todavía no ha debutado a pesar de haber terminado sus estudios y no se conoce cuándo podrá hacerlo– están en la misma situación que Shotzi o el ahora invitado a NXT 2.0 Apollo Crews, sin una historia asignada en la que aparecer semanalmente y crecer como luchadores y personajes. Todo ello evita la progresión natural del talento, y si se le suma el cambio constante de personajes y nombres a su llegada a los grandes estadios, la falta de minutos donde exponerse con asiduidad –más allá de las esporádicas apariciones en pantalla y house shows– hacen adolecer a estas manzanas duras de la práctica imperiosa para ser llamada una superestrella de WWE.

Parece que la marca multicolor ha entendido la necesidad de este elemento, y ha recuperado los ‘coconut shows’ para experimentar y dar minutos a los más inexpertos, que junto con NXT: Level Up, el campo de pruebas del campo de pruebas televisivo, y los tours por las grabaciones de NXT UK –con el programa cada vez más cerca de su aparente final– aporta nutrientes a este árbol cada vez más frondoso pero sin una cosecha lista. Porque a fin de cuentas, el moonsault que vale es el que sale frente a mil personas tras quince minutos de combate, no sobre la lona del ring de entrenamiento.

Y es que el tiempo de testeo dado a cada integrante varía según los objetivos. En un principio, apuntaba a que sería de periodos cortos, trimestral, con posibles destituciones y relevos. Casos como Xyon Quinn o Von Wagner, que fueron de los primeros en debutar y tener cierta relevancia en NXT 2.0, han acabado al final de la fila; aunque cumplen sobre el ring, no son lo suficientemente atractivos para subir escalones en la cartelera. El más llamativo es el de Odyssey Jones, que incluso antes de su lesión en la rodilla no estaba demostrando el avance requerido para continuar en USA Network.

Asimismo, el show de los martes no tiene a suficientes veteranos que puedan ayudar a que los novatos sumen experiencia ante ellos. Roderick Strong, Sarray, Andre Chase, Wendy Choo, Santos Escobar e Io Shirai son seis de los trece expertos que actualmente forman la plantilla de NXT 2.0. Sesenta y tres en total, un veinte por ciento. Aunque es una cifra considerable, el uso dado a cada uno de ellos no está orientado a ese rol. Algunos todavía están en edad de triunfar en WWE, mientras que otros deambulan por la programación.

Los líderes de Diamond Mine y Chase University y el personaje cómico de la marca multicolor serían los únicos que cumplen con esta función. La solución pasaría por tener a luchadores mejor preparados pero con un currículo corto, de media tabla, como Duke Hudson, Giovanni Vinci, Roxanne Perez o Zoey Stark, que puedan entrar en las quinielas para un futuro ascenso al roster principal a falta de algunas asperezas por pulir.

Un guion indigno de NXT

A nada de esto favorece unas historias insulsas y sin grandes loas más allá del campeonato principal, que en ocasiones son resultado de unas prisas impropias de un show basado en el guion. No es casualidad que cuando llegan eventos especiales o programas de renombre acudan a los mejor preparados. La mayor prueba está en el segmento final del semanal de hace cuatro días, con una resolución del clásico ‘whodunnit’ sin recabar apenas sospechosos y revelando a la gran villana Cora Jade dos horas después de perpetrar el ataque. En los tiempos del negro y dorado el misterio habría durado al menos dos semanas, pero las exigencias de la televisión sobre un programa que no logra el mínimo de calidad crean abominaciones como esta.

NXT 2.0 ha abrazado por completo su ‘americanpieísmo’, con segmentos graciosos, chistes sexuales, mujeres de buen ver y una impresión de anclar al espectador en los años universitarios. Será por eso por lo que la media de edad es superior a los cincuenta.

Las prisas están siendo sus peores compañeras. Lejos queda aquella plantilla inicial de transición, que pronto dio el paso a cantera pura en un espacio menor al año natural, con más despidos que subidas y con la certeza de que todo aquel que era lanzado por la borda lo hacía aliviado. Esa batalla dentro de la jaula sobre dos cuadriláteros entre la nueva camada liderada por Bron Breakker frente a la desaparecida vieja guardia, la del ‘All Out Life’ de Slipknot –We Are Not Your Kind–, una de las últimas grandes historias de construcción lenta. WWE ha solucionado su embrollo de trescientos alumnos en el Performance Center haciendo hueco aquí y allá, quedándose con un plantel más de categoría amateur que semiprofesional. Muchos de ellos no pasarán de este show, otros ni siquiera llegarán a terminar sus contratos NIL –¿qué se sabe de ellos?–.

Lo que está claro es que necesitarán un par de años más para engrasar la maquinaria de la cantera. Solo falta saber si la compañía está dispuesta a esperar o querrán sacar rédito lo antes posible, con todo lo que ello conlleva. A priori, valorando estos primeros diez meses, la sensación que da NXT 2.0 es de proyecto fallido. Están a tiempo de ponerle remedio, pero eso significaría volver a un NXT 1.5, con más wrestling, historias más épicas, un guion escrito con semanas de antelación y una programación reducida a la mitad con grabaciones mensuales, que ya dejaron claro que no sucedería.


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